miércoles, 16 de noviembre de 2016

Fundamentos teórico-metodológicos para la Formación Ciudadana en el Programa de Pedagogía en Historia y Geografía de la Universidad Bernardo O´Higgins

“Fundamentos teórico-metodológicos para la Formación Ciudadana en el Programa de Pedagogía en Historia y Geografía  de la Universidad Bernardo O´Higgins”[1].


Alfredo Gómez Alcorta
Escuela de Historia y Geografía,Facultad de Educación

Francisco Ocaranza Bosio
Director Escuela de Historia y Geografía

Resumen

Esta iniciativa se orientó a hacia la elaboración de un marco teórico-metodológico tentativo que sirva como fundamento para la elaboración de una propuesta que explicite sus planteamientos teórico-metodológicos para la enseñanza de la ciudadanía democrática en el marco de la asignatura de Cívica y Ciudadanía del programa de Pedagogía en Historia y Geografía de la Universidad Bernardo O´Higgins. Esto, en razón del requerimiento de fortalecer la formación ciudadana del Rector de la Universidad Sr. Claudio Ruff, así como por las últimas determinaciones presidenciales y del Ministerio de Educación, MINEDUC, de reponer la asignatura referida a la formación ciudadana y la instrucción cívica a fin de fortalecer la formación ciudadana dentro de los programas de profesorado del país, de manera de reforzar la formación de la ciudadanía en los procesos de Formación Inicial Docente FID de las universidades del país de forma más acorde a la cultura democrática y las sensibilidades emergentes del mundo actual. Igualmente, a nivel formativo se hace relevante una aproximación en esta materia dado el desapego al mundo de la política y de los compromisos ciudadanos que la vida global conlleva. En el ámbito de la enseñanza de la Historia en colegios y liceos, así como en la FID se encuentran dos cuestiones fundamentales a abordar: una en referencia a alcanzar una real comprensión del conocimiento histórico y lograr una efectiva alfabetización histórica en nuestros alumnos para sentar las bases de una comprensión efectiva dela realidad; y un segundo tópico es cómo el conocimiento histórico tributa a la formación y los valores ciudadanos. Esta última dimensión se muestra especialmente polémica en atención al dinamismo e importancia que ha alcanzado en las últimas décadas. Las nuevas concepciones de ciudadanía democrática y la amplificación permanente de los Derechos Humanos hacen que las repercusiones de las necesidades educativas en estas materias comprometan a los sistemas educativos nacionales, tal como desde décadas lo viene adelantando el Comisión Europea en materia de reforma de sistemas educacionales en todo el continente. En el debate desarrollado sobre el proceso de convergencia europeo, y de modo particular, sobre el aprendizaje por competencias para la vida, las definiciones políticas generadas por la Unión Europea, la OCDE, y proyectos internacionales como DeSeCo (Definition and Selection of Competencias: Theoretical and Conceptual Foundations, proyecto OCDE) propiciaron una la reflexión a nivel mundial tendiente a orientar la formación de hombres y mujeres hacia la integración a la sociedad y el desarrollo exitoso de una ciudadanía activa para alcanzar una vida  feliz. Las definiciones operativas de aprendizaje han favorecido un carácter del mismo más flexible, propiciando competencias genéricas que sirven a lo largo de la vida de las personas[2] y abriendo el debate hacia las competencias transversales y/o blandas, más relacionadas a la vida social. Los aportes generados en las últimas décadas gracias al análisis del a aplicación de pruebas estandarizadas[3] han arrojado la formulación de competencias genéricas más relevantes por su valor simbólico para la sociedad como la comunicación, la resolución de problemas, el razonamiento, el liderazgo, la creatividad, la motivación, el trabajo en equipo, la capacidad de aprender a lo largo de la vida, las oportunidades de desarrollar una vida ciudadana íntegra en los múltiples ámbitos y dimensiones de la ciudadanía contemporánea. Por ello, la formación ciudadana no solo se define como instrucción cívica o formación política, sino una efectiva alfabetización histórica a fin de que el estudiante comprenda la integralidad del pensar históricamente la sociedad, la cultura, la política y la complejidad etno-cultural de la realidad contemporánea. Igualmente, la formación ciudadana es una puerta de acceso a la multiculturalidad y a la interculturalidad; ya que es una herramienta que posibilita el diálogo, la convergencia y la aceptación dentro de una sociedad democrática. En suma, los valores y principios del Modelo de Formación de toda institución de educación nacional debe converger en torno a los elementos constituyentes de la cultura democrática contemporánea, y conformar un acervo solvente para la efectiva socialización del estudiante en la vida social  y cultural de su país, valorizando aquellos elementos que llevan a desarrollar una vida en el marco de la equidad, la justicia y el respeto al Estado de Derecho y la Dignidad Humana.


La Formación Ciudadana en el Programa de Pedagogía en Historia y Geografía
El aprendizaje ético y la enseñanza de la ciudadanía democrática se han transformado en prioridades formativas por diversas razones, entre ellas, por el escaso sentido ciudadano y la baja empatía por el destino común que une a una nación. Pero también: “La ciudadanía se ha convertido a lo largo de los años en un constructo histórico que ha sido objeto de infinidad de matizaciones. Desde las aproximaciones que Aristóteles ofreciera en su reconocida obra La Política, al considerar la polis (lo público) como el ámbito propio de la ciudadanía frente al oikos (lo privado) este concepto ha inspirado a grandes pensadores, filósofos, políticos, sociólogos y pedagogos sobre la complejidad y trascendencia no sólo de su contenido, sino también de sus implicaciones en los diferentes ámbitos de la vida socio-económica y cultural de los estados- nación” (Zeledón Ruiz, 2005: 4). Desde la implementación de la Reforma Educacional Chilena se han seguido las orientaciones de la UNESCO en materia de formación de valores, adoptando también posturas de gran legitimación en la década de los noventa como el obtenido por el Informe Delors que planteaba: La educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales, que en el transcurso de la vida serán para cada persona, en cierto sentido, los pi­lares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los instrumentos de la comprensión; aprender a hacer, para poder influir en el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas; y, por último, aprender a ser, un proceso fundamental que recoge ele­mentos de las tres en una sola”. (Delors, 1996: 100). En estos planteamientos no solo hay un bosquejo valórico, sino que se encuentran las definiciones fundamentales que la Educación Formal debía transmitir de la cultura democrática y la llamada Educación para la Ciudadanía.
Consideramos que la enseñanza de la Historia y la Geografía se encuentran en marcadas por una fuerte eticidad. No solo porque, desde  la Educación General Básica se considera un conjunto de Objetivos Fundamentales Transversales (actualmente OA), sino porque las temáticas históricas y culturales poseen una carga semántica cultural y humana que deben ser decodificadas desde la cultura contemporánea de la Democracia y la comprensión integral de los Derechos Humanos.  Desde todo tópico histórico se pueden observar las dimensiones de las consecuencias humanas y culturales desde la óptica -podemos decir “marco perceptual”- del concepto de democracia contemporánea, y se debe vincular mediante un ejercicio didáctico los tópicos de los saberes históricos y la experiencia histórica de una sociedad con las dimensiones de ciudadanía que se han formulado en las últimas décadas. En este sentido, el abordaje de la “Conquista de América”, el tratamiento de la “esclavitud indígena o negra”, la formación de la “Cuestión Social” o la enseñanza del “Holocausto hebreo” encierran en forma implícita e intrínseca la noción de ciudadanía contemporánea en todas sus dimensiones, a saber, ciudadanía cultural, ciudadanía social, ciudadanía  política y las más variadas dimensiones de la ciudadanía contemporánea que permiten al estudiante comprende el derecho a participar en el ejercicio del poder político, de las redes dela sociedad, de la economía, de la cultura que posee su sociedad; y en suma el derecho a ser miembro activo de la sociedad. Esta concepción debe vincularse a las instituciones correspondientes como son el Congreso y todas aquellas instancias de participación política, ya que la cultura democrática tiene como correlato fundamental las instituciones democráticas. En otra dimensión encontramos a la ciudadanía civil, que se compone de los derechos para la libertad individual basados en la libertad de la persona, libertad de expresión, de pensamiento y religión, derecho a la propiedad y a establecer contratos válidos y derechos a la justicia, es decir, el derecho a defender y hacer valer el conjunto de los derechos de las persona en igualdad con los demás, -en equidad para todos- a través de los debidos procedimientos legales. En última instancia, pero no menos importante, está la dimensión de la ciudadanía social, que abarca todo el espectro desde el derecho a la seguridad y a un mínimo de bienestar económico al de compartir plenamente la herencia social y vivir la vida buena, conforme a los estándares de un óptimo desarrollo humano en l marco de la sociedad nacional y global. Las instituciones directamente relacionadas a estos desafíos son, en este caso, el sistema educativo,  los servicios sociales[4], el Estado y la institucionalidad que sustenta el Derecho Internacional.
Múltiples paradigmas cruzan el quehacer educativo contemporáneo, modelando el trabajo de las instituciones como de los agentes intervinientes en ella. Es así como las definiciones actualmente vigentes en el plano del debate contemporáneo sobre los lindes de la ciudadanía contemporánea llevan implícitamente una definición de fortalecimiento de la vida ciudadana, cual es: “En el marco del aprendizaje a lo largo de toda la vida, asumido hoy como paradigma y principio organizador de los sistemas educativos en la sociedad del siglo XXI, y en el marco asimismo del impulso de las TICs, las distinciones entre estas tres modalidades educativas se vuelven difusas, planteándose su complementación y la necesidad de establecer puentes entre ellas. La educación no-formal e informal adquieren creciente visibilidad e importancia, y se advierte que el aprendizaje informal es el de mayor volumen e incidencia pues es el que acompaña a las personas a lo largo y ancho de su vida. (Delors 1996; Comisión de las Comunidades Europeas 2000)” (Torres, 2001:8). En materia de la enseñanza de valores y actitudes ciudadanas, por ejemplo, su abordaje en forma sistemática mediante una didáctica socio-constructivista (registrada dentro de la modalidad de aprendizaje con metodologías activo-participativas) es totalmente funcional a la enseñanza de los valores trascendentes de la Historia, como por ejemplo el abordaje del tema del Holocausto (Gómez, 2005): conocer sus antecedentes y desde ellos valorar las principales características de la democracia como régimen político y social, reconociendo fenómenos como la desigualdad y la pobreza (Leiva, 1999), los que demandan su superación como sus principales retos, sensibilizarse con el daño humano precipitado por la violencia étnica y política[5]. En este problema didáctico interviene la concepción de ciudadanía integral, dimensión desde dónde se reconocen las falencias de la democracia como un régimen que busca un permanente perfeccionamiento, con el fin de evitar su idealización. En atención a lo anterior, ciudadanía integral supone la comprensión de la dimensión histórica de las personas y sus contextos sociales, de modo que aquel ciudadano pueda “acceder armoniosamente a sus derechos cívicos, sociales, económicos y culturales, y que todos ellos conforman un conjunto indivisible y articulado[6].  Desde el tratamiento del Holocausto es fundamental vincular los siguientes aspectos que constituyen la idea de la democracia contemporánea y que se han desprendido de sus eventos:
- una idea del ser humano, humanidad, de sociedad humanista y de la construcción de la ciudadanía en forma colectiva;
- una forma de organización del poder político y social que implica respeto, dignificación de las minorías, coexistencia, legitimidad y la existencia y buen funcionamiento del Estado;
- una ciudadanía integral, proyectado el pleno reconocimiento de la ciudadanía política, la ciudadanía civil, la ciudadanía económica, los derechos étnicos y culturales, la ciudadanía social, en la integralidad de la vida del ser humano y los lindes de su entorno;
- se caracteriza por un régimen político-electoral como elemento fundamental orientado a la participación y la expresión de las ideas y opiniones;
- comprender el valor histórico, así como el valor actual de la cultura democrática, el orden republicano,  la promoción y defensa del Estado de Derecho y las Garantías Constitucionales.
- reconocer los enemigos de la democracia en la intolerancia, la violencia política, el totalitarismo, el militarismo, la clausura o la censura del otro.
Es importante comprender que el tratamiento de estos tópicos pude abrir las puertas de una apropiación efectiva de los aprendizajes proyectados en todo nivel educativo, basada en la resignificación del docente de la información relativa a la democracia como sistema político, sistema valórico y representándolo como cultura (Gómez, et. al. 2009), como una forma de vida y como una forma de vivir la sociedad y en sociedad. Es también posible,  en términos didácticos convencionales, abordar estos contenidos desde la elaboración de una breve “historia de la democracia”, comprendiendo la historicidad del concepto y las consecuentes transformaciones, sobre todo, además, los aspectos que entraron en juego con el surgimiento de los totalitarismos  desde las primeras décadas del siglo XX y el desprecio que tales regímenes hicieron a la democracia, experiencia que, junto a nuestros estudiantes, nos permite asumir que: “la democracia es una inmensa experiencia humana. Está ligada a la búsqueda histórica de libertad, justicia y progreso material y espiritual. Por eso es una experiencia permanentemente inconclusa[7].
Una cuestión frecuente en el tratamiento de los contenidos relativos a la democracia y a la ciudadanía democrática en colegios y liceos es que algunos docentes dejan traslucir críticas o muestran  tendenciosa y enfáticamente las debilidades de la democracia, a fin de acentuar las falencias de la democracia como problemas sin solución alguna, en vez de comprenderlos como fuente de desafíos y oportunidades de participación en el sistema democrático. En la actualidad el descontento y el desasosiego de la Sociedad Civil se fundamenta en una suerte de idealización de la democracia como un sistema acabado del que se espera su “perfección”, su “ecuanimidad” y su funcionamiento sin vicisitudes ni contratiempos, y no se aborda como un sistema en permanente construcción social y cultural que requiere el trabajo ciudadano y la ampliación del poder político y la participación de todos los integrantes de la sociedad para su perfeccionamiento, ya que la democracia no hace exclusiones, no es selectiva ni hace discriminaciones en su aplicación. En la comprensión de las tensiones actuales de la inserción de los jóvenes en la vida política y en la aceptación de las instituciones tradicionales  deben tenerse en cuenta los incumplimientos, las fracturas, las tensiones, los límites y las denegaciones que constituyen la contrapartida de la experiencia de la democracia. El sistema político imperante, con todos los beneficios que ha traído, igualmente ha generado brechas de inequidad y pobreza que afecta a niños, ancianos, mujeres, y todos quienes representan los grupos más vulnerables en la sociedad. En el escenario educacional, dentro del aula y al abordar el debate político y la legitimidad electoral del mismo, por lo general, el docente también desliza críticas que el estudiante puede corroborar en la vida real, sin embargo, no se entregan las herramientas apropiadas para valorar lo que se ha construido y lo que requiere la sociedad de la cultura democrática para su funcionamiento social. Un ejemplo “didáctico” convencional para ejemplificar el funcionamiento de las instituciones democráticas es una visita al Congreso, y en cuanto se realiza la visita, los estudiantes son confrontados a una realidad difícil de explicar: salas vacías, diálogos sordos, ausencia de debate. Muchos estudiantes quedan con una idea muy deteriorada del valor de la democracia, idea en la que el docente no puede intervenir ni modificar ya que la experiencia se instala como una realidad dada. Es importante mencionar el rol de cada uno en este sistema que nos permite plantear permanentemente preguntas a las que no se tienen respuestas finales, presentando la idea de la democracia como un régimen marcado por formas inacabadas y espacios de participación que ocupar. Sin embargo, existen otras experiencias formativas que ilustran el valor de la democracia cuando se recurre a las capacidades de autogestión de las organizaciones de la sociedad civil tendientes a la ayuda y la promoción social.  En este panorama, la acción pedagógica del docente de FID debe orientarse al fortalecimiento e interacción con las expresiones de la Sociedad Civil, así como su relevamiento en las instancias curriculares pertinentes, entendiendo que en ella se encuentra una dimensión de la riqueza de la cultura democrática, ya que: Las organizaciones de la sociedad civil son asociaciones de personas creadas para realizar diversos objetivos de interés común y sin ánimo de lucro privado, encontrándose en su interior organizaciones sindicales, gremiales y de empresarios, instituciones de beneficencia o de promoción, organismos culturales, educacionales, organizaciones deportivas y de vida social, organizaciones estudiantiles y universitarias, múltiples organizaciones comunitarias (territoriales y funcionales, comunidades cristianas católicas y evangélicas, de jóvenes, mujeres, adultos mayores, etc.), comunidades mapuche, organizaciones identitarias (étnicas, homosexuales, etc.), feministas, ecologistas, organizaciones no gubernamentales que abordan una gran variedad de temáticas y una amplia gama de entidades revestidas de una determinada individualidad legal o personalidad jurídica que les permite ejercer derechos y contraer obligaciones. Algunas de ellas están reunidas en federaciones y confederaciones, otras en coordinaciones y redes, a nivel local, regional o nacional. Sus márgenes se han ensanchado incorporándose fundaciones con fines sociales creadas por el mundo empresarial y sus asociaciones gremiales, redes que reúnen a instituciones, organizaciones o movimientos que abordan temáticas específicas y el mundo académico se ha articulado más allá de las universidades en centros de estudio independientes. En ellas priman la autonomía y la comunidad de intereses, las creencias y aspiraciones de sus integrantes, pero representan intereses sociales muy diversos y a veces contrapuestos. Integran además la sociedad civil innumerables grupos informales, que animan la vida comunitaria, siendo los más numerosos los de mujeres, de jóvenes y de tercera edad”. (Castillo y Osorio, 2001:9).
En consecuencia, un primer paso hacia la valorización de la democracia contemporánea es refrendar su vigencia y su valor permanente en la extensión del siglo XX y de la primera década del siglo XXI. De este modo, creemos en las palabras de Sartori en relación a que “la democracia es, antes que nada y sobre todo, un ideal. […] Sin una tendencia idealista una democracia no nace, y si nace, se debilita rápidamente. Más que cualquier otro régimen político, la democracia va contra la corriente, contra las leyes inerciales que gobiernan los grupos humanos. Las monocracias, las autocracias, las dictaduras son fáciles, nos caen encima solas; las democracias son difíciles, tienen que ser promovidas y creídas[8].  La falta de vínculos significativos como problemas de enseñanza, y la desasociación de temas como un problema para el aprendizaje, es en términos generales nuestro tema en el desarrollo de este trabajo. Creemos que la propuesta ministerial contribuye a la parcelación de la realidad social, política y cultural, por lo que las acciones remediales del docente en este aspecto son fundamentales para que el estudiante comprenda la realidad histórica, social y su rol dentro de la democracia. La enseñanza de la democracia no pierde vigencia y es el pilar del concepto de “educabilidad” del ser humano, que al fin y al cabo, define el rol mismo del quehacer educativo y sus instituciones. La importancia de la educación para la democracia desde una perspectiva histórica y cultural la apreciamos en la perspectiva de Pizarro, quien plantea que: La democracia supone la participación directa en la formulación de los fines de la acción del grupo, o indirecta por medio de representantes libremente elegidos, sometidos a control y crítica, y esencialmente revocables. Supone la aceptación de las decisiones de la mayoría y el respeto de la opinión discrepante de las minorías, es decir, la respetuosa tolerancia de toda oposición que se ajusta a las normas y respete las reglas del juego de la democracia. Supone, además, la crítica y la vigilancia constantes y la capacitación efectiva de todos los miembros del grupo, mediante una educación democrática adecuada, para ejercer dicha crítica y dicha vigilancia en forma constructiva, con eficacia y valentía. De ahí la necesidad, para la educación democrática, de ser una preparación para el ejercicio real de la democracia. La enseñanza de la democracia no puede separarse de la práctica política. Debe, al mismo tiempo, proporcionar a los ciudadanos bases sólidas de conocimiento en materias socioeconómicas y desarrollar su capacidad de juicio. Incitarles a participar de manera activa en la vida pública, social, sindical y cultural, ayudándoles a mantener intacto su libre albedrío y a preservar la autenticidad de sus elecciones. Enseñarles a defenderse contra las propagandas abusivas y los mensajes tentadores de las comunicaciones de masas y contra los riesgos de la alienación. Por otra parte, la democracia se funda, mejor que ningún otro de los demás sistemas de convivencia social, en la naturaleza psicológica y social del hombre. En el aspecto psicológico, es fácil mostrar cómo la democracia es la condición social más favorable para la expresión de la personalidad y de las diferencias individuales. En el aspecto social baste recordar que toda sociedad está compuesta de innumerables grupos, asociaciones e instituciones diversas que engendran actitudes y opiniones distintas en los individuos que a ellas pertenecen, y que cada individuo, en el curso de su vida, pertenece a muchos de esos diversos grupos que contribuyen a formar y moldear su personalidad, misión cardinal de la educación. Es decir, que la sociedad es plural por su naturaleza misma, y que toda concepción totalitaria del Estado tiende a ignorar este hecho sociológico fundamental que no ignora la democracia. Las consecuencias de este error se revelan especialmente en el tipo de control social que caracteriza a la sociedad totalitaria. El Estado totalitario es necesariamente un Estado policial y un control social predominantemente represivo es incompatible con la democracia” (Pizarro, 2003: 103-104). En consecuencia, desde la sociología de la educación hasta la pedagogía, las definiciones operativas que sustentan tanto el desarrollo del aprendizaje como la formación de la conciencia y la personalidad humana llevan la impronta de la enseñanza de la democracia. Por ello toma un carácter cultural, más que solo temático. La democracia no solo concierne a los contenidos de ramos espaecíficos como Cívica y Ciudadanía, sino que importan elementos estructurales en la construcción de la conciencia contemporánea del ser humano y de la sociedad en su conjunto.
Pero las definiciones políticas más definitivas de educación para la ciudadanía emanan de la Comunidad Europea, desde donde se define para el contexto educativo europeo políticas claras de orientación desde el proyecto Eurydice, explicitando: La razón de aquel informe quedó recogida en su preámbulo: “La educación para la ciudadanía, que incluye el aprendizaje de los derechos y deberes de los ciudadanos, el respeto por los valores democráticos y por los derechos humanos, y la importancia de la solidaridad, tolerancia y participación en una sociedad democrática, está considerada como un instrumento para que niños y jóvenes se conviertan en ciudadanos responsables y activos” (Eurydice, 2005: 3)” (Prats, 2012: 4). En su conclusión, el informe recoge que el propósito de una educación ciudadana es central y estratégico, ya que se define que la “…educación para la ciudadanía es uno de los medios principales mediante el cual los países europeos ayudan a los jóvenes a adquirir las competencias social y ciudadana que necesitarán en su vida futura” (Eurydice, 2012: 97). Esta última cuestión  es de particular importancia, ya que tanto el enfoque de enseñanza de competencias como el proceso de convergencia académica europeo se orientaron hacia este logro.

Los propósitos educativos de la Educación Ciudadana se orientan en cuatro ejes formativos, a saber:
1) Desarrollo de la cultura política (conocimiento de los hechos básicos y la comprensión de conceptos clave), que en algunos países incluye el conocimiento de los derechos humanos, instituciones políticas, derechos y deberes ciudadanos, y reconocimiento de la herencia cultural, entre otros.
2) Adquisición del pensamiento crítico y la capacidad de análisis, que algunos países amplían con el conocimiento y evaluación de información sobre temas sociales y políticos.
3) Desarrollo de determinados valores, actitudes y comportamientos (sentido del respeto, la tolerancia, la solidaridad, etc.), donde se incorporan contenidos relativos al conocimiento y respeto mutuos, la interculturalidad, la identidad de género, etc.
4) Estímulo de la participación activa y el compromiso a nivel de la escuela y la comunidad, que refuerzan y ejemplifican los anteriores tanto en lo que respecta a la implicación en la gobernanza de los centros educativos como en el desarrollo de propuestas de transformación para la comunidad. (Eurydice, 2012: 27;  Prats, 2012: 6).

Implicancias de la Enseñanza de la ciudadanía y el desarrollo de la didáctica de las Ciencias Sociales.
a) Contexto institucional.
Sin hacer referencia a un contexto particular, es posible diagnosticar que, en relación a la Formación Inicial Docente, los Estándares de Desempeño Docente realizan algunas aproximaciones a la valorización de la democracia contemporánea y a su institucionalidad. Así las cosas, los contenidos proyectados en el curso de “Cívica y Ciudadanía” se han proyectado para satisfacer aquellos requerimientos elevados por el MINEDUC en esta materia. Sin embargo, el abordaje de la historia siempre nos remite al trabajo de valores, por cuanto siempre hay que reconocer su relación con valores universales y con los principios y valores que sustenta el Modelo de Formación de la Universidad. Igualmente,  el trabajo didáctico cotidiano del futuro docente demanda que desarrolle las capacidades de reconocer y proyectar las relaciones y vinculaciones entre el conocimiento histórico y su forma de contribución en la formación y desarrollo de los valores cívicos (Mattozzi, 1994) En la comprensión de la historia llega como ejemplo de primerísimo orden las valoraciones hacia el totalitarismo político de Hobsbawn. A decir del historiador, una época en que predominaron las “ideas banales” para explicar la realidad, no puede explicarse en los mismos términos con los que describimos a la sociedad racional que surge de la Ilustración y la modernidad de la Francia revolucionaria. La dimensión de la “catástrofe humana” que encierra lo hace difícil de tratar, desconcertante, indeseable y desagradable. Para nuestros estudiantes puede representar un tema desagradable, desgarrador, incomprensible, pero hay que hacer un esfuerzo para transformar la confrontación de este tema en una experiencia revitalizadora de los valores que sustenta la cultura democrática contemporánea, que propicie la formación de la convicción democrática, que contribuya a la creencia en los valores de la reciprocidad y la cooperación entre las personas ante la adversidad. Los temas más complejos representan oportunidades desafiantes para nuestras propias capacidades comunicativas, para nuestra propia capacidad de adecuación y entrega pedagógica de tópicos que guardan las más siniestras expresiones de inhumanidad, así como las mayores muestras de la capacidad de superación humana.
b) Aspectos pedagógicos
Los textos de estudios abordan la Historia Contemporánea como una sucesión de hechos históricos y/o como problemas generales que tienen a perder su historicidad. En este contexto, conceptos como Holocausto, genocidio y racismo se transforman en meros elementos conceptuales que se encierran en una aproximación, casi anecdótica, a la realidad, que pocas veces van aparejada de una reflexión sobre los fundamentos filosóficos y culturales de la sociedad occidental pos Segunda Guerra Mundial. Por lo general, la enseñanza del sistema republicano, del predominio del Estado de Derecho y el imperio de la Constitución Política no son relacionados con estos acontecimientos históricos de modo explícito, y se abordan como parcelas apartes a los fundamentos del mundo contemporáneo. Queda en manos del profesor establecer relaciones significativas y coherentes entre estos conceptos, por lo que se requiere de docentes que no solo conozcan la materia a enseñar, sino que comprendan y proyecten las relaciones didácticas que permitan abordar y explicar integralmente la Historia desde una dimensión de causalidad-consecuencialidad-procesual y valórica. En este sentido, se hace necesario que el docente aborde temas como el respeto a los Derechos Humanos o el Holocausto como una herramienta que permite su vinculación con todos estos aspectos de la realidad contemporánea, particularmente con aquellos que tienen relación con una comprensión profunda y trascendente de los DD HH y su relación con la democracia contemporánea. Este tópico se puede vincular con el sentido histórico y el significado político de los Derechos Humanos, o a temas como esclavitud, genocidio, ciudadanía, valores democráticos, paz y resolución de conflictos y problemas de actualidad. Desde las Ciencias Pedagógicas se ha formulado el concepto de Educación Democrática ED, desde donde se forjan prácticas democráticas, conocimientos, valores, actitudes y destrezas, todas dimensiones constituyentes de los llamados Objetivos Fundamentales Transversales (OFT) de la Reforma Educacional Chilena (Cox, 1994; 2013). En esta perspectiva, también estamos de acuerdo en que existe: “una amplia coincidencia internacional sobre la importancia de educar masivamente para los derechos humanos y la vida en democracia, y también con un compromiso suscripto por la mayoría de las naciones del planeta de llevarla adelante. Apoyados en esta plataforma filosófica, legal y de voluntad política declarada por los Estados, tratemos de precisar en qué consiste tal educación y cómo hacerla. ¿Qué se propone la ED? En términos generales, busca promover en los sujetos: 1. Conciencia y comprensión de la forma en que una sociedad democrática puede y debe funcionar, como sistema legal y político y como cultura de convivencia; 2. Internalización de los valores que sustentan la democracia y los derechos humanos y formación de actitudes acordes con ellos, incluyendo el interés, la preocupación y la voluntad de contribuir a su defensa y mejoramiento; y 3. Competencia en las prácticas necesarias para participar de manera plena en una democracia y trabajar eficazmente por mejorarla. (Keen y Tirca, 1999). En última instancia estos objetivos apuntan construir prácticas de interrelación, de organización y de gestión colectiva. Al decir “prácticas” decimos acciones, conductas cotidianas concretas que, precisamente por ser de naturaleza democrática y respetuosas de los derechos humanos, deben ser concientes y asumidas libremente. Desde esta perspectiva se rechaza cualquier adoctrinamiento dogmático o influencia condicionante que pretenda producir respuestas automáticas y mecánicas. Por el contrario, la meta es formar sujetos para una acción autónoma, crítica y responsable guiada por principios éticos”. (Rodino, 2003: 4).


La educación en Derechos Humanos bajo la concepción de Sociedad Civil
Los eventos históricos y culturales y sus repercusiones en la cultura política contemporánea son una excelente base para abordar aspectos que promueve la educación de los Derechos Ciudadanos, la Democracia. y los Derechos Humanos. El contexto histórico y cultural de la primera mitad del siglo XX sirve esencialmente para comprender los fenómenos de la discriminación, el racismo y la xenofobia. El Holocausto es un hito histórico del que emergen los Derechos Humanos como expresión de derechos esenciales, inherentes e inalienables de los hombres, las mujeres y los niños, además de promover con sentido y significación histórica la enseñanza de la paz y valores de respeto hacia la vida y la dignidad humana. La educación en Derechos Humanos debe darse en el seno de la sociedad civil, sus instituciones educativas, políticas y culturales, de modo sistemático, perenne, transversal a otras actividades y contenidos. Ellos fundamentan aspectos esenciales como la participación ciudadana y el derecho legítimo a la vida en paz y la libertad, la libre expresión, al imperio del Derecho. No debe reducirse al estudio memorístico de los artículos de la Declaración, sino que deben contrastarse con hechos históricos donde su irrespeto, trasgresión a derechos esenciales como el derecho a la vida o a la libertad fueron conculcados como práctica de una doctrina de Estado y expresión ideológica.

La perspectiva que encierran los materiales que hemos elaborados apunta a abordar el estudio del Holocausto como instancia para valorizar la vida democrática; y como oportunidad para dignificar y humanizar la identidad despojada por los victimarios a sus víctimas, mediante la presentación de historias de vida con nombres, apellidos y rostros concretos, por sobre la exhibición de estadísticas y datos. Su elaboración didáctica considera distintos aspectos temáticos de una misma realidad: víctimas, victimarios y espectadores. Esta dimensión no está solamente contenida en los documentos, ella encarna una mirada que debe cultivar el docente en sus estudiantes; una mirada humanizadota -humanista- que le proporcione sentido y profundidad humana a documentos de variada naturaleza histórica que lleguen a las manos de los estudiantes. Es importante abordar este tema con emociones, despojándonos de sensiblerías, y llenándonos de legítimas respuestas ante la dimensión humana de la catástrofe que se desea enseñanza.
Los fundamntos de la enseñanza y de la educación en los Derechos Humanos poseen un  carácter estructural y no se les puede conferir un valor electivo dentro del currículum contemporáneo, ya que se han incorporado a todos los niveles educativos y parte sustancial tanto de la red de contenidos como de la epistemología misma de la formación docente (Pagés, 2003; Benejám, et. Al. 2004: Chevallard, 1991; Elliott, 1990; Giroux, 1990), y de la comprensión de las formulaciones didácticas del dieseño de la enseñanza en las especialidades de la Historia, la Geografía y sumariamente, las Ciencias Sociales (Aisemberg et. Al. 1997). El cruce epistemológico de las disciplinas y el desplazamiento del relato histórico evenimental por el una Historia Sigbufucativa, humanizada y permeada por el paradigma de la Historia de los Annales, ha dado espacio para su renovación epistemológica, sediendo terreno hacia una enseñanza donde el concepto es una: “…educación en derechos humanos (en adelante, EDH) nació al mismo tiempo y a la par del reconocimiento universal de los derechos. El primer gran consenso internacional que reconoce derechos es la Declaración Universal de los Derechos Humanos (NACIONES UNIDAS, 1948). En la Declaración Universal también se fundamenta la necesidad y el sentido de la EDH y se le da partida de nacimiento, en el entendido de que es la condición necesaria para que los derechos se hagan efectivos en la vida social. Dice el Preámbulo que la Asamblea General de las Naciones Unidas (1948) Proclama la presente Declaración Universal de Derechos Humanos como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción. Y dice su Art. 26, inciso 2 (NACIONES UNIDAS, 1948): La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz” (Rodino, 2012: 209-210).

Para el MINEDUC, la educación para la ciudadanía o Formación Ciudadana tuvo como finalidad propiciar el desarrollo de individuos cívicamente competentes, con actitudes específicas en el plano político, social y económico. Ello se representa en el esquema aquí representado. Lo relevante de estas definiciones no se encuentran en su planteamiento como objetivos formativos, sino en su definición como objetivos establecidos para los profesores en su desempeño en torno al diseño de la enseñanza y formulación de didácticas específicas para el logro de los objetivos de aprendizaje planteados. El modelo responde a la generación de una relación dialógica entre ciudadano y sociedad civil, de acuerdo a las definiciones  de Selwyn[9].  En la Figura el/a estudiante se sitúa en el centro de las interacciones de la sociedad, posicionándose como individuo y ciudadano: “Este modelo se basa en el supuesto de que el aprendizaje de los alumnos sobre ciudadanía no se limita a que los profesores instruyan explícitamente a los jóvenes sobre sus derechos y deberes.” (Torney-Purta et al., 2001). Se trata de guiar a los/as estudiantes como sujetos conformadores de la sociedad en la que pueden ejercer significativa y responsablemente sus derechos y deberes. (MINEDUC, 2013b: 46).

Sobre la Formación Pedagógica y Fundamentos Éticos de la Formación Docente de la Escuela de Historia y Geografía

Desde el planeamiento de las reformas educacionales de inicios de la década de los noventa se proyectaba una situación del mundo global y de la sociedad de la información en que: “Así, el mundo de mañana deberá ser fundamentalmente diferente del que conocemos hoy, en el crepúsculo del siglo XX y del milenio. Debemos, por consiguiente, trabajar para construir un 'futuro viable'. La democracia, la equidad y la justicia social, la paz y la armonía con nuestro entorno natural deben ser las palabras claves de este mundo en devenir. Debemos asegurarnos que la noción 'durabilidad' sea la base de nuestra manera de vivir, de dirigir nuestras naciones y nuestras comunidades y de interactuar a nivel global.” (Morín, 2000:13).

Los antecedentes disciplinarios fundamentales en las Ciencias Pedagógicas que han orientado la acción docente de los profesores que participan de la educación superior son claros, explícitos y se han difundido mediante bibliografía especializada. Poseen una doble connotación, una de carácter epistemológico, y otra de carácter ético y/o deontológico. Un docente proactivo, líder, investigador; un didacta y especialista en la infancia que  se encuentra en los lineamientos del perfil de egreso de la carrera, el modelo de formación de la Universidad y los lineamientos formativos del Consejo de Escuela. La dirección de Escuela, de acuerdo a los principios y valores del pensamiento o´higginiano (Gómez, et, al. 2009; Gómez,  2009ª; 2009 b; Gómez , 2012), ha orientado sus esfuerzos hacia la materialización de los lineamientos formativos que se han ido formulando y perfeccionando desde la creación del programa en el año 2005. Desde la reflexión pedagógica se proyectaba que: “El pensamiento educativo moderno deviene en concreciones formalizadas, constituidas por instancias institucionales portadoras de prescripciones normativas y, desde allí, se hizo posible racionalizar los principios de orden social, jurídico, moral y de constitución de las subjetividades, por ende, de los valores ciudadanos. Fundamentalmente, porque la educación moderna ha representado el medio esencial para legitimar los fundamentos racionales conforme a los grandes ideales del proyecto de la modernidad, del proyecto civilizatorio/cultural por el afán de la libertad, la igualdad, la felicidad, la verdad y la justicia” (Vilera, 2001: 90). De estas apreciaciones se observa un cambio paradigmático en la educación mundial orientado hacia procesos formativos humanistas y críticos que asumen el desafío de la formación ciudadana como parte integral de los sistemas educativos. En efecto, los lineamientos para generar gobernanza en material de discriminación positive y educación de calidad en equidad provienen de las tempranas sugerencias de la OCDE de textos con lineamientos como los de las obras “Prepared For Life” y “A Framework for Educational Indicators to Guide Government Decisions”. (OCDE,   1973a; 1973b; 1992a;  1992b y  1997), desde donde bosquejaban competencias en el ámbito de la lectoescritura, el conocimiento matemático pero también en el campo de las ciencias sociales y la ciudadanía política. La labor educativa no solo se orienta “mecánicamente” hacia la socialización delindividuo, sino que también se proyecta su incersión sociopolítica en un proceso de mejoramiento de la vida humana desdenociones racionalistas y modernas. La formación ciudadana adquiere,en consecuencia, una importancia política trascendental, ya que se vincula a los paradigmas educativosmodernos, como la enseñanza de competencias propias e inherentes de la vida ciudadana contemporánea.
Actualmente, las competencias personales y profesionales de los educadores se orientarán hacia la consolidación de “intelectuales transformativos”[10], críticos y reflexivos que apoyen los procesos de innovación en los contextos escolares; tarea difícil, dada la complejidad y multidimensionalidad de la sociedad y de la profesión. A partir de los planteamientos expuestos, se inició un estudio con la intención de contribuir a la mejora de los procesos de formación de docente. La reflexión se asume como un proceso de revisión, reflexionar implica un acto de pensamiento, es abstraerse para observar, debatir consigo mismo y tratar de explicar las propias acciones; es mirar críticamente lo que se hace, justificar cada una de las decisiones tomadas y profundizar desde el cuestionamiento propio, a fin de rectificar o tomar decisiones  para mejorar la práctica docente. Recogiendo los planteamientos  de Giroux, la formación del docente se orienta a un proceso de profesionalización en que: “si creemos que el papel de la enseñanza no se reduce al simple adiestramiento en las habilidades prácticas sino que, por el contrario, implica la educación de una clase de intelectuales vital para el desarrollo de una sociedad libre, entonces la categoría de intelectual sirve para relacionar el objetivo de la educación de los profesores, de la instrucción pública y del perfeccionamiento de los docentes con los principios mismos necesarios para desarrollar una ordenación y una sociedad democrática”.[11]
Como reflexión contemporánea que los docentes de la Escuela de Historia y Geografía han compartido que en la FID se trabaja en torno a la definición de acuerdos sobre la formación de profesorado, a saber, la generación de discusión y cuestionamiento sobre el quehacer educativo; es decir, la reflexión del quehacer educativo y los requerimientos del profesor en la actualidad, asumiendo la perspectiva de autores como Liston y Zeichner, 1997; Schön, 1992; Paquay et. al. 2005; Smyth, 1989 y las definiciones del MINEDUC contenidas en el Marco para la Buena Enseñanza (MINEDUC, 2005) y los Estándares de Desempeño Docente (MINEDUC, 2009) que ha ido formulando hasta la fecha. La estructura curricular de la carrera busca concretar el Perfil de Egreso tendiente a  formar docentes capaces de reflexionar sobre su ser y sobre sus acciones pedagógicas en el ejercicio de la profesión, inspirándose en la comprensión profunda de la realidad y en su sentido de servicio social, desarrollando un ejercicio reflexivo y crítico inspirado en sus prácticas y en el desarrollo de procesos  deliberativos constructivos. El fin último es que el docente reflexione y busque mejorar sus prácticas pedagógicas, haciendo más efectiva la tarea del enseñar, con un sentido humanista, sensible a las necesidades de sus estudiantes y la comunidad que los rodea[12].
La dirección de Escuela ha trabajado en la orientación de sus esfuerzos hacia los propósitos antes descritos, teniendo a la vista el “Perfil de Egreso”, su Plan de Estudios,  su Malla Curricular, los Programas de asignaturas, las normativas de titulación así como de prácticas intermedias y profesionales; a la vez de considerar los alcances pedagógicos del Modelo de Formación de la Universidad, se busca que los futuros docentes deben desarrollar competencias para desempeñarse como profesionales reflexivos y críticos de su práctica; favoreciendo el desarrollo integral de sus estudiantes y la transformación de los espacios donde ejercen su acción docente. El Consejo de Escuela ha dado evidencias de que concibe a los docentes en formación como profesionales e intelectuales capaces de desarrollar un trabajo reflexivo, crítico, cuya construcción es desde la práctica en interacción con las necesidades formativas de sus estudiantes. En esto, la formación práctica, vale decir, la dimensión empírica de nuestro trabajo docente, se orienta a desarrollar una síntesis entre los saberes pedagógicos y los rasgos de la cultura escolar y pedagógica existente en los centros de prácticas y/o instituciones que acogen a nuestros estudiantes.  Escenario de tensiones importantes, se considera las prácticas intermedias como una oportunidad para forjar las más importantes competencias del profesor de formación inicial, como la templanza, la capacidad de asertividad creativa, la solidaridad y el compromiso social. Ya desde antes de la modificación curricular del año 2012, y desde la creación de la carrera, se comprendió la importancia de la Formación Ciudadana, incorporando la asignatura de Cívica y Ciudadana a fin de responder a los requerimientos de la sociedad chilena en materia de empoderamiento de la Sociedad Civil y nuevas dimensiones de expresiones de la ciudadanía política, y las definiciones de la ciudadanía global promovida por EURYDICE (EURYDICE, 2005).
A la vez, el Marco para la Buena Enseñanza (2005), así como los Estándares de Desempeño Docente (2009) del MINEDUC representan un marco ético y deontológico desde donde se formula una concepción de docente al que la Escuela de Pedagogía en Historia y Geografía adscribe mediante su proceso de Formación Inicial Docente: contribuyendo a la formación de un  profesional en que detenta la responsabilidad de guiar el proceso de enseñanza- aprendizaje-evaluación, siempre con una mirada reflexiva y crítica a su propio desempeño; una mirada que se traduce en acciones investigativas referidas al aprendizaje de sus estudiantes y a la mejora continua de la propia práctica docente, que orienta el diseño de la enseñanza hacia el cumplimiento de los objetivos de aprendizaje de sus alumnos y cuyo ejercicio de la docencia contribuye a satisfacer los derechos a una educación de calidad de cada uno de los niños y niñas que son parte de su alumnado. Un didacta, capaz de llevar al aula los conocimientos de diferentes disciplinar, formulados desde los propios requerimientos de la actividad escolar, con innovación, creatividad y criterio pedagógico[13].
Cuando se adscriben a los lineamientos del código deontológico sugerido en los Estándares de Desempeño como al Marco de la Buena Enseñanza, se busca el desarrollo de un profesional capaz de comprender su entorno, analizar los objetivos educativos y las maneras de enseñar (reflexión didáctica), buscando mejorar de acuerdo al contexto social, político y económico; a fin de contribuir con su trabajo al desarrollo social de sus estudiantes, siempre en consideración de los valores socios culturales de las comunidades donde trabajan, guiando a niños y jóvenes en la comprensión de la sociedad y en su inserción en la vida social, contribuyendo a la consolidación de una enseñanza dentro de ambientes democráticos dentro del aula, en la escuela y en torno a las relaciones de la comunidad de aprendizaje.[14] En definitiva, un docente que se compenetre con el medio sociocultural en el que actúa, aportando al crecimiento de sus alumnos y propio mediante el ejercicio de  la reflexión crítica sobre la función y rol de la enseñanza. El Consejo de Escuela de la carrera considera que el profesor de Formación Inicial Docente FID puede llegar a ser un profesional “intelectual” que despliegue competencias referidas a la reflexión y desarrollo del pensamiento crítico para superar las dificultades del entorno, y la transformación de su acción didáctica en un proceso permanente de investigación, en la perspectiva del propio Giroux, vale decir, ayudarse “…de formas de pedagogía que traten a los estudiantes como sujetos críticos, hacer problemático el conocimiento, recurrir al diálogo crítico y afirmativo, y apoyar la lucha por un mundo cualitativamente mejor para todas las personas”.[15]
En este concierto de circunstancias, hemos buscado el alineamiento de los diversos elementos constituyentes del programa, a saber, el Perfil de Egreso de la carrera, su Plan de Estudio, la malla curricular, los programas de asignaturas, la normativa del proceso de titulación, normativa de práctica, los informes de prácticas intermedias y profesionales, el modelo de Formación de la Universidad, como herramientas para trazar el camino formativo para la concreción de un docente con vocación democrática, pluralista y multicultural, que despliegue todas sus capacidades dentro del ámbito de la escuela. Sus diversos elementos se han ido integrando de forma ordenada, coherente y efectiva en los últimos nueve años de trabajo y sus resultados arrojan antecedentes coherentes en el desarrollo de un proceso de Formación Inicial Docente intencionado hacia procesos cognitivos intelectuales, afectivos y sociales, con la finalidad de favorecer el aprendizaje de la enseñanza reflexiva y crítica; comprensiva, humanizante (Levinas, 1987; 1993; 2001) y sensible. Los docentes dela Escuela cultivan un trato amable, humano, sensible y afectivo de aceptación del alumno y su realidad. La política pro-alumno de la Universidad se concreta en trato personalizado y apoyo hacia el estudiante, todas expresiones de principios democráticos y de aceptación que permean nuestra comunidad universitaria. Estos elementos también gravitan de forma determinante en la asignatura de Cívica y Ciudadanía, así como en las Didácticas de la Especialidad I y II, en lo atingente a la enseñanza del pensar históricamente (Carretero, et. al. 1989; Carretero 1993) y el trabajo del rescate de la Memoria Histórica y la identidad cultural-patrimonial.
Esperamos que esta experiencia plural, sensible y de inspiración democrática sea transmitida por el estudiante de la Escuela en el contexto de prácticas intermedias tempranas, por lo que le damos gran importancia al proceso de contextualización e  inserción de los estudiantes en medio de un proceso formativo con conocimientos, destrezas y habilidades avanzadas que le permitan al estudiante sobrellevar la responsabilidad de trabajar en el aula en contextos reales de aprendizaje de alta demanda y, muchas veces, de gran vulnerabilidad por parte del alumnado. Se concibe a las prácticas como instancia de formación ética donde se forja la profesión docente desde una dimensión empírica, ya que se concreta el encuentro de la dimensión teórico-práctica del aprendizaje, siguiendo el fin de una “práctica progresiva en que los futuros profesores en su programa de formación tomen contacto temprano con lo que será su campo de trabajo”. (Ávalos, 2002: 109). Deseamos llevar al aula profesores de formación inicial con conocimientos acabados de sus disciplinas, de las ciencias pedagógicas y con apoyo institucional adecuado. Las prácticas educativas son esenciales para la consolidación de la vocación, pero también una oportunidad para el despliegue de competencias como la capacidad de tomar decisiones profesionales apropiadas e informadas; desarrollar un diálogo constructivo y promover  los valores democráticos para la convivencia social en el colegio donde participa como practicante. La capacidad de desarrollar la herramienta, o más bien el hábito, de la reflexión sobre la práctica, apunta a formar un profesor capaz de afrontar exitosamente la complejidad educativa así como la responsabilidad de educar a personas y formar ciudadanos “activos y críticos[16].
El Perfil de Egreso, el modelo de formación y las decisiones colegiadas del consejo de la Carrera de Pedagogía en Historia y Geografía apuntan al desarrollo de capacidades como la reflexión y el pensamiento crítico, comprendiendo al proceso reflexivo como proceso de pensamiento racional y crítico, y se expresa en el ejercicio del examen, la argumentación, la toma de decisiones en relación a las acciones y conductas como docentes; todo desde una impronta ética significativa en la vida profesional[17]. Esla concreción de un discurso pedagógico sólido donde la convicción democrática y la ética docente jueguen un rol determinante en las actitudes intelectuales para enfrentar las demandas de la vida profesional.  Los elementos éticos mencionados dicen relación a su credo pedagógico y la ética deontológica que ha aprendido en el transcurso del proceso de pregrado. De este modo, se han pesquisado las evidencias de un propósito real por propiciar un proceso de formación integral de ciudadanos responsables, creativos, solidarios y comprometidos con la cultura democrática y con sentido de responsabilidad social. De aquí que la capacidad de pensamiento crítico encause con el desarrollo de procesos mentales que impliquen reflexión, crítica, y compromiso por  el bienestar de sus estudiantes. De esta manera amplificamos la experiencia social del estudiante, ya que se puede considerar que: “…la educación no se limita a la educación escolar, ni los aprendizajes necesarios – para la vida, para el trabajo, para la participación, para la ciudadanía plena – pueden limitarse a un período determinado de la vida de una persona. El aprendizaje se inicia con el nacimiento y se extiende a lo largo de toda la vida, arranca en el hogar, antecede y excede a la institución escolar, abarcando un amplio conjunto de instituciones, modalidades, relaciones y prácticas. La educación, la comunidad educativa y la política educativa son mucho más amplias, respectivamente, que la educación escolar, la comunidad escolar y la política escolar”. (Torres, 2001: 3).
A partir de las evidencias, podemos afirmar que la formación inicial de docentes apunta al desarrollo una educación integral cuyo resultado anticipa una concepción de docente que contiene dimensiones del pensamiento pedagógico contemporáneo que promueve el fortalecimiento del pensamiento reflexivo y crítico[18], así como la enseñanza reflexiva y de investigación permanente de los fenómenos del aula; que buscan el desempeño autónomo del estudiante y que potencie la investigación y el aprendizaje cooperativo.
Del mismo modo, teniendo en consideración los alcances pedagógicos del Modelo de Formación de la Universidad, se observa que el proceso de formación inicial de la carrera de Pedagogía en Historia busca la formación de un profesional especialista[19] de aula y del aprendizaje, cuya práctica se ajuste a los requerimientos del MINEDUC en lo que se refiere a los Estándares de Desempeño Docente y el Marco para la Buena Enseñanza. El currículum busca la formación de un profesional especialista el fenómeno del aprendizaje y la enseñanza, con una concepción original de los conceptos de pedagogía, didáctica, aprendizajes[20], enseñanza, formación; todo conjugado en un discurso pedagógico coherente con los planteamientos del MINEDUC referidos al currículum nacional, y los requerimientos de la educación de calidad y equitativa.
El profesor de FID, mediante su trabajo en las prácticas intermedias, es introducido al escenario teórico de la  investigación-acción[21], a fin de propiciar los aprendizajes teóricos que posibiliten un práctica investigativa y reflexiva. Su labor educativa debe orientarse hacia: “…el “fortalecimiento de la sociedad civil” y la participación ciudadana ha coincidido – y no de casualidad - con la bandera de la “modernización” del Estado, un Estado hoy achicado y debilitado. No obstante, como se reconoce hoy ampliamente, esta ecuación no cierra: avanzar en la construcción de naciones más justas y democráticas implica construir tanto un Estado como una sociedad civil fuertes, pues la fortaleza o la debilidad de uno de ellos hace a la fortaleza o debilidad del otro. Es pues indispensable trabajar desde y para la construcción de la interlocución, el acercamiento y la cooperación…” (Torres, 2001: 6).  La reflexión metacognitiva y la capacidad de tomar decisiones sobre la propia acción docente es fundamental en la noción de docente que aquí se utiliza. El Modelo de Formación, a la vez, promueve un aprendizaje activo y participativo, buscando el desarrollo de habilidades cognitivas que en última instancia promueva la metacognición activa en el alumnado. Cuando el profesor de formación inicial adopta hábitos de trabajo y estudios metacognitivos, adopta una capacidad de trabajo crítico que lo lleva a preguntarse sistemáticamente sobre la efectividad de su desempeño y las vías para mejorar sus resultados[22]. Se interroga sobre sus estrategias de aprendizaje poniendo en relación los medios utilizados y los resultados obtenidos[23]. A la vez, se cuestiona cómo enseña y sobre la efectividad de su trabajo en relación a la construcción del aprendizaje de sus estudiantes.  La reflexión sobre la manera de cómo se aprende es fundamental en la formación de los futuros profesores, ya que es su primer encuentro con la comprensión real del fenómeno del aprendizaje. En la medida en que los profesores reflexionen sobre sus prácticas (aspecto esencial del profesor crítico reflexivo y de la educación transformacional), pueden lograr mejores resultados en el desempeño en su profesión, llegando a forjar un fundamento de su profesionalidad en la reflexión crítica. El Modelo de Formación, refrendado en la planificación que hacen los docentes de su cátedra y del seguimiento de la misma mediante el sistema UBO-PAD se concibe como una vía para alcanzar este objetivo formativo. Ninguna asignatura del programa ha dejado fuera el trabajo crítico-reflexivo y las metodologías activo-participativas, ya que movilizan recursos intelectuales y de la personalidad fundamentales para la construcción de la vocación docente. Es también relevante esta capacidad en el ejercicio de la  reflexión didáctica y la operación profesional de la adecuación de contenidos educativos, conocida como transposición didáctica que realizan los docentes de la Escuela como la que los propios estudiantes realizan en su proceso de prácticas tempranas en su inserción en el medio escolar.[24] Se le ha proporcionado un énfasis intencionado al desarrollo de las didácticas, poniendo especial atención a las habilidades y destrezas referidas al manejo de la información y las competencias referidas a la formación continua, con el fin de contextualizar el problema metodológico de la transposición didáctica, enfatizando el trabajo de los contenidos y el proceso de transformación del saber sabio en saber enseñable, dentro de la perspectiva del aprendizaje significativo socio-constructivista.[25] El Programa de Pedagogía en Historia y Geografía busca formar docentes especialistas en el trabajo en el aula, vale decir, didactas empoderados de su disciplina y con la capacidad profesional de formular contenidos de historiografía escolar para alcanzar los objetivos de aprendizajes ministeriales. A la vez, la capacidad crítica e inquisitiva nos lleva a la práctica de la investigación-acción, la que es considerada como un procedimiento fundamental de la formación de los docentes de acuerdo a las definiciones de J. Elliott, J y D. Schön que hacen referencia de un profesor reflexivo orienta y determina su práctica pedagógica desde la prácticas de investigación educativa y la comprensión del fenómeno del aprendizaje en sus estudiantes, con el fin de alcanzar el logro efectivo de los aprendizajes esperados así como su regulación. Mediante la búsqueda de fundamentos teórico-metodológicos para la formación inicial docente, la escuela ha trabajado por la formulación de un perfil de egreso coherente con los estándares de desempeño formulados para la formación de maestros, sobre todo por la definición de dominios y capacidades generales que se enmarcan en los lineamientos antes descritos, los que permitirán al futuro docente enfrentar a la realidad educativa  en forma autónoma, reflexiva y creativa, con confianza y sensibilidad social. En consecuencia, los Lineamientos del Ministerio de Educación, establecidos tanto en el Marco Para la Buena Enseñanza (2005) como en los Estándares de Desempeño Docente (2009) se vinculan a valores contenidos en el marco de la cultura democrática contemporánea, por cuanto la formación del docente contemporáneo se entrelazan con estos valores y principios de permanente vigencia dentro de la sociedad occidental. El docente tiene que poseer las herramientas para pensar y juzgar críticamente el mundo en el que desenvuelve, promoviendo activamente en su acción pedagógica los Derechos Humanos como los principios democráticos que emanan de ellos. Es así como se cumple la premisa de una educación en Derechos Humanos que busca forjar una visión de mundo (Rodino, 2012), desde donde se construyen igualdades, principios éticos, dignidad de las personas y la autonomía que todo ser humano requiere. En este sentido, cabe mencionar que para este último autor, la acción del docente y la función educativa deben orientarse a cuestiones específicas, como son: “Proponerse educar en y para los DH es plantearse mucho más que los derechos como objeto de estudio; es plantearse una forma de ser y de vivir congruente con ellos. Porque la vigencia real de estos derechos está en juego en cada momento y lugar de la vida de las personas. Cada uno de nosotros, educadores y educandos, o bien aplicamos los DDHH en todos los espacios concretos en que nos movemos día a día y en la relación con quienes nos rodean, o bien no los estamos aplicando de ninguna manera” (Rodino, 2012: 212).

Un enfoque de educación cívica y educación para la ciudadanía

Nuestro objetivo principal es fundamentar, sino abrir, un debate sobre los requerimientos de la enseñanza para la ciudadanía que termine por conformar un marco teórico metodológico que sirva de referencia y de contexto para la acción docente. Proyectamos en otra etapa del proyecto la elaboración más acabada y actualizada de una propuesta didáctica que potencie la creatividad, el trabajo crítico-reflexivo, la capacidad de innovación, y el pensamiento democrático de los docentes de la Escuela de Historia y Geografía. En este marco, del profesor comprometido con los valores democráticos, la tarea del docente es enseñar estos temas “…por un sentido de necesaria eticidad que connota expresivamente la naturaleza de la práctica educativa, en cuanto práctica formadora. Educadores y educandos no podemos, en verdad, escapar a la rigurosidad ética”. (Freire, 1997: 17).
En el debate actual, la Educación Cívica se erige como una de las principales necesidades que diagnostican los organismos técnicos según las necesidades formativas que develan  los jóvenes de hoy, pues se vincula con el conocimiento de los deberes y derechos de los ciudadanos, su inserción en la vida pública y política del país y en su compromiso con la idea del “destino común” que posee una Nación. Sin embargo, en la actualidad no contamos con la Educación Cívica integrada eficiente y significativamente en la malla curricular de Educación Parvularia, Educación General Básica y Educación Media. Igualmente, aparece como una cuestión electiva, que los planteles de educación superior incluyan en sus mallas curriculares asignaturas de educación cívica, ciudadanía y Derechos Humanos. Para Guillermo Gandarillas “…la asignatura de Educación Cívica fue introducida en el plan de Estudios en los Liceos, por acuerdo del H. Consejo de Instrucción Pública en el año 1917”. (Gandarillas, 1959: 6), en un momento en que el Estado deseaba propiciar gobernanza y gobernabilidad después de una década de gran conflictividad y crisis social.  Nace tempranamente el cuestionamiento del ¿por qué enseñar Educación Cívica? No solo se evoca la necesidad de introducir al joven a la vida social, sino también al requerimiento de incorporarlo al contingente de sujetos que participan directa o indirectamente en el Estado mismo en la toma de decisiones que sustenta el sistema político. Para el ex Ministro Joaquín Lavín Infante “(...) esta materia en el currículum es clave, para el derecho democrático y el ejercicio de la ciudadanía”; sin embargo, en el año 2011 diez senadores de su misma coalición, entre ellos Von Baer, Uriarte, Prokurica, Víctor Pérez, Orpis, Novoa, García-Huidobro, Espina, Coloma y Chahuán, terminarían votando contra la inclusión de la asignatura en los programas educacionales (Campusano, 2015: 1), cuestionando las intencionalidades de fondo que se intentan instalar en los discursos y los contenidos implícitos del currículum. Esta contrariedad no solo habla del deterioro de la política de los concesos, sino también explicitan que el campo de la “instrucción cívica” no  se ha considerado en la Historia Nacional como un terreno inerte. Contrariamente, representa una arena para el debate y la confrontación política. Sin embargo, y más allá de las coyunturas, la necesidad de fomentar la participación de los jóvenes en la vida política nacional hizo que este tema fuera de primerísimo orden para el gobierno actual, propiciando que: “El Ministerio de Educación …(pusiera)… a disposición de los establecimientos educacionales de todo el país las Orientaciones para la elaboración del Plan de Formación Ciudadana. La elaboración de este plan es obligatorio para todos los establecimientos que cuenten con reconocimiento oficial, de acuerdo con lo estipulado en la ley 20. 911, recientemente promulgada por la Presidenta de la República[26].
Es necesario precisar, que al no incorporarse por décadas estos contenidos en el currículum, los niños y niñas y jóvenes no contaron con herramientas explícitas y necesarias para desarrollarse en el ámbito de la ciudadanía. Un diagnóstico general en esta materia expone que la educación cívica: “…se enseñó, activamente, hasta antes del golpe de estado y después por circunstancias propias de la dictadura, se mantuvo en términos formales el espacio en los colegios, pero deslavado, intentando hacer una especie de depuración con una enseñanza muy higienizada de ideologías…” (Gonzales, 2012: 56).
Con todo, convencionalmente se comprende que la Educación Cívica complementa los conocimientos de la Nación y Leyes, y contribuye a la comprensión de la institucionalidad del Estado. De acuerdo a estudios recientes realizados bajo el alero de la PUC con la participación de Consuelo Bejares, la Formación Ciudadana o Educación Cívica se divide en tres factores importantes: Educación de la personalidad, Convivencia y Ciudadanía, a saber:
a) Educación de la personalidad: tiene relación con la preparación a nivel interpersonal de los niños, pues adquieren herramientas para el desarrollo social, hábitos y valores.
b) Convivencia: es el comportamiento que desarrolla con su familia, amigos y compañeros, incorporando valores como la solidaridad, cooperación, respeto y protección.
c) Ciudadanía: es la educación de normas de la ciudadanía, fomentando la integración a la vida ciudadana y lo relacionado con ella.
Lo anterior, permite desarrollar en el niño y en el joven el sentido de pertenencia como ciudadano y ser capaz de respetar las normas, comprendiendo que existen deberes y derechos, para tener una participación activa en un gobierno democrático. Para la socióloga Consuelo Béjares: "…la participación cívica de los estudiantes de secundaria” en México, Chile y Colombia, en un análisis comparativo señala que “La evidencia que nosotros hemos visto sobre este punto no es concluyente, porque hay países que tienen buenos resultados en la prueba de Educación Cívica y no tienen un curso específico de la materia, sino que tienen un enfoque transversal” (Béjares, 2015: 34). Por tales antecedentes hay que poner atención a otros aspectos como los contenidos del currículo y las estrategias pedagógicas, dado que en la formación de habilidades cívicas se necesitan estrategias que, por ejemplo, promuevan diversas habilidades que se cristalizan en el debate y la tolerancia. En el plano de este debate, el Sr. Carlos Peña, Rector UDP, “relativizó la importancia de la escuela como la fuente principal de la formación de los futuros ciudadanos, señalando que los resultado “(…) obligan a disminuir la confianza que hemos puesto en la escuela como remedio para los problemas de igualdad y de participación que nos aquejan”. El rector Peña se preguntó qué importancia tiene que algunos grupos prefieran la participación civil y otros la participación política, respondiendo que “esa discordancia puede acabar dañando los aspectos más notorios de la democracia porque entre ambas formas de participación hay, al final del camino, una inevitable rivalidad”. (Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación, 2015). En las palabras de Peña no solo hay un conflicto incubado, sino que declara el fin de la escuela como institución modeladora de ciudadanía, por uno como institución reproductora de la miseria y la desigualdad presente en la sociedad, muy en línea en la teoría de la “reproducción” de Bordeau (Bourdeau, et. al. 1981) y la selectividad y distinciones del Estado en materia de educación pública y el origen del fracaso escolar en los procesos de aculturación e imposición de los intereses elíticos (Bourdeau, 1966; 1996; 2000; 2003).
La realidad socio-política contemporánea, la crítica a la institucionalidad democrática, la formulación de vías alternas de acceso al poder desde el empoderamiento popular en oposición a la participación democrática dibujan un contexto adverso para la construcción de una ciudadanía, crítica y activa en la juventud. Sin embargo, de igual manera se contribuye a enfatizar la importancia de la inserción de la Educación Cívica en la malla curricular  (MINEDUC, 2013), como una respuesta a la coyuntura que vive la sociedad actual y propiciar la participación política por sobre la difusión virulenta de la desafección y la expresión de descontento materializadas en la baja participación de votación a nivel electoral en el país y la expresión de la violencia política.
En el campo de la pedagogía crítica: “Para Giroux (1993) y Mclaren (1995), se necesita cultivar, nutrir y expandir una pedagogía crítica en que se enseñen y practiquen los hábitos y destrezas de la ciudadanía crítica. Esto significa que los educadores y educadoras estén interviniendo, tomando en cuenta los siguientes aspectos: a) brindando a los estudiantes la oportunidad de desarrollar la capacidad crítica para cuestionar y transformar las formas sociales y políticas existentes, b) proporcionar a los estudiantes las destrezas que necesitarán para ubicarse en la historia, descubrir sus propias voces y aportar las convicciones y las formas necesarias para ejercitar el coraje cívico y c) asumir riesgos y fomentar acciones y relaciones sociales en un vivo sentido de la importancia de construir una visión política a partir de la cual la ciudadanía forma parte de una conexión más amplia para dinamizar la vida pública democrática” (Vilera,2001: 94). Citado por Vilera (2001) podemos agregar que se hace patente la necesidad de representar los escenarios formativos “…como manifestación de relaciones de poder, la ciudadanía se afirma y articula entre diversos espacios y comunidades públicas, cuyas representaciones y diferencias se reúnen en torno a una tradición democrática que coloca la igualdad y el valor de la vida humana en el centro de su discurso y de sus prácticas sociales. Al concepto de ciudadanía se lo debe entender también parcialmente, en términos pedagógicos, como un proceso de regulación moral y de producción cultural, dentro del cual se estructuran subjetividades particulares en torno a lo que significa el hecho de ser miembro de un Estado nacional. De manera más específica, el concepto de ciudadanía tiene que ser investigado como la producción y la inversión que se hace en discursos ideológicos expresados y experimentados por medio de diferentes formas de cultura de masas y en sitios particulares tales como escuelas, el lugar del trabajo y la familia (Giroux, H. 1993:23)” (Citado por Vilera, 2001: 93-94).
En relación a la investigación en curso de la PUC, liderada por Cristián Cox, Juan Carlos Castillo, Martín Bascopé, Daniel Miranda y Macarena Bonhomme (Cox, 2015) constatan el declive en la participación electoral registrada en el país en las últimas décadas y concluyen el contrasentido de que: “la generación más educada de chilenos de toda la historia del país es la que menos participa en política hoy” (Cox, 2015: 75). Desde el punto de vista pedagógico: “La Educación Cívica ha transitado, en el currículo escolar chileno, desde una asignatura especializada a principios del siglo XX a otra integrada a las ciencias sociales e históricas en los cursos contemporáneos” (Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación.2015). No obstantes, las primeras definiciones de estos problemas ya habían sido abordadas en investigaciones precedentes, orientadas fundamentalmente a la definición de la Educación para la Ciudadanía en América latina como parte de la agenda política (Cox, et. Al. 2005). Sin embargo lo anterior, los ejes de este debate se han definido como conceptos operativos por el MINEDUC, estableciendo que Educación Cívica es un “…paradigma de enseñanza de la ciudadanía, que tiene como foco principal el conocimiento del gobierno y las instituciones del Estado (Cox, 2005: 19), restringiéndose de este modo al tratamiento de temas relacionados con la política, la nación, el voto y la ley”. (MINEDUC, 2013b: 146), y que la Educación para la Ciudadanía “…Contempla tanto los derechos como los deberes que conlleva el hecho de ser ciudadano, por ende, está estrechamente relacionada con los valores cívicos, como la democracia y los derechos humanos, la igualdad, la participación, el asociacionismo, la cohesión social, la solidaridad, la tolerancia a la diversidad y la justicia social. Por tanto, se hace hincapié en la responsabilidad y en una ciudadanía más integral, que considera los aspectos sociales y económicos, contrastando con una ciudadanía pasiva que todo lo recibe del Estado” ((MINEDUC, 2013b: 146).  En tanto, la Formación Ciudadana es definida como: “…un paradigma educativo que constituye el desarrollo de un conjunto de competencias claves para la “valoración de la democracia y desarrollo de habilidades que favorecen la participación” (MINEDUC, 2010b: 4). Su implementación es transversal a todos las asignaturas del currículum, a fin de conseguir que el individuo sea cívicamente competente para conocer, hacer y tener una actitud determinada en los planos políticos, sociales y económicos” (Selwyn, 2004). Esto considera que el estudiante debe poseer las siguientes capacidades: 1) Conocimiento y comprensión de la realidad social del mundo en que vive y donde ejerce ciudadanía democrática, 2) Habilidades para participar plenamente en la vida cívica y 3) Valoración de la pluralidad, diversidad y la participación del otro como elemento clave de la convivencia democrática en la vida moderna. Por tanto, la formación ciudadana busca desarrollar competencias que permitan la participación activa de los/as estudiantes como sujetos sociales responsables y autónomos para el ejercicio de sus derechos y deberes civiles. La encrucijada de este desafío es que tales objetivos formativo –entiéndase competencias- deben alcanzarse con el trabajo de diseño de la enseñanza del docente, lo que impone el cumplimiento de los lineamientos referidos al docente didacta, investigador, intelectual y competente en torno a los conocimientos de su especialidad y en la capacidad de resemantizar el currículum. Todos estos cambios se orientan al cambio de paradigma en la formación de profesores como en la transición de la Educación Cívica a la Enseñanza de la Ciudadanía.
Antecedentes del problema de la enseñanza de los valores democráticos en la formación del profesorado y en la enseñanza de la Historia
La síntesis entre Educación y enseñanza de la Democracia fue planteada de forma directa y original de la obra de John Dewey (1985-1952). Él ha sido distinguido como uno de los pedagogos que, de modo genuino y con espíritu disciplinario, contribuyó a perfilar la ciencia de la pedagogía, aportando consistentemente a la realización de un cambio efectivo de la pedagogía “tradicional”·en una pedagogía renovada de fuerte impronta social. Su obra intelectual es extraordinariamente potente y abundante, integrada por treinta y siete volúmenes que abordan temas desde la epistemología, la ética, la antropología, hasta los temas sociales, por supuesto, los educativos. A la vez, es actual, ya que aborda los aspectos que encarnan los desafíos más apremiantes de la educación del siglo XXI. En un sentido general, podemos decir que las formulaciones de J. Dewey sobre la educación recogen ideas de pensadores europeos y norteamericanos en torno a la labor pedagógica y su importancia para la sociedad. En su obra es posible distinguir la presencia de las ideas de Pestalozzi y Herbart en cuanto a que la educación es un proceso y un medio para mejorar la sociedad, cuestiones que incidieron poderosamente en su perspectiva, así como la influencia política de la idea de educación nacional promovida tempranamente por G. Washington. Para Dewey, la educación no es la preparación para enfrentar la vida, sino que la vida misma, perspectiva inspirada en el naturalismo de Rousseau. Pestalozzi aporta en el ideario de Dewey el influjo de la idea de la eficiencia en la educación, entendida con el crecimiento del niño desde dentro, en cuanto al desarrollo de una percepción sensible y no la pura memorización del conocimiento. De Herbart se percibe el influjo de la educación o “instrucción” científica, mediante el uso del método científico y la utilización del esquema asignaturista científico. Por su parte Froebel, aportó la impronta de la idea de la necesidad de la modelación de la labor educativa desde las necesidades y características del niño, es decir, la verdadera interpretación de la enseñanza debe ser el niño y una representación de la experiencia de la vida, base de la educación liberal que define la educación según las necesidades que impone la cultura contemporánea, con el fin de contribuir al desenvolvimiento del hombre libre, el ciudadano plenamente desenvuelto en sociedad. La psicología social norteamericana tendió a promover la idea de que la educación es el proceso de desarrollo de la sociedad, cuyo fin es la formación de buenos ciudadanos, aspectos que tienen que ver con el desarrollo personal del individuo, su personalidad y habilidades; un proceso de “instrucción” que tenía como fin prepararlo para el ejercicio de una ciudadanía activa y productiva mediante su inserción en la vida social. Este sentido político de la educación se manifiesta desde los albores de los Estados Unidos, pero cuaja como filosofía de la educación en la obra de J. Dewey. educación a tono a la reforma social que ya se encaminaba en el propio Estados Unidos, tendiente a profundizar la democracia, alcanzar la libertad y lograr una moral social plena. Para Dewey la educación tiene su fundamento en el amor a la libertad y en la posibilidad de brindarle a los niños y niñas la oportunidad de elegir su futuro. Ha pesar de los obtáculos y la aparente falta de libertad en el ser humano, Dewey cree en nuestra libertad y su práctica supone deliberación y elección, aún cuando la vida no nos da todo el control sobre las posibilidades futuras y este control es el factor esencial de nuestra libertad. Podemos afirmar también, que la dimensión empírica de Dewey se continúa en la actualidad. La premisa del “saber hacer” de la enseñanza de competencias y el imperativo de una educación democrática nos remiten a los problemas esenciales que este pensador abordó y a las que proveyó de respuestas concretas. Su impronta está muy lejos de perderse, ya que sus desafíos tienen a ser más demandantes para la educación y la labor pedagógica en la actual sociedad de la información. Hoy el tema urge en relación a concretar una educación democrática y por la creación de una ciudadanía democrática[27],  evocando una y otra vez la obra de Dewey.
Muchos de los problemas de la enseñanza de la cultura democrática contemporánea, así como la propia ciudadanía democrática a sido situada en el plano de la didáctica de la Historia y de las Ciencias Sociales. Por lo general, la enseñanza de la historia desde vertientes positivistas la reduce a datos y fechas, desproveyéndole su carga valórica y ética, en la perspectiva de que ningún acto en la historia es inocuo o carece de causalidad y secuencialidad. Igualmente, en el ámbito de la historia, todo puede ser dimensionado desde la moral y la ética. Las omisiones, por bien intencionadas que sean, tienden a la distorsión del pasado histórico y quitan oportunidades a nuestros estudiantes de aproximarse al pasado con la adecuada guía. Nuestro deseo no es el de abundar en una mirada disciplinaria aséptica basada en hechos, es el de unir los imperativos morales de los docentes con un deber de la propia disciplina histórica. El currículum escolar está llenos de oportunidades de trabajo didáctico para que el docente trabaje mediante un ejercicio de transposición de los saberes disciplinares y los decodifique desde la semántica de la disciplina y desde la ética democrática contemporánea. Igualmente, los contenidos del currículum de la Universidad, y de modo particular, del que forma a los futuros docentes, está lleno de estos espacios comunes de apreciación valórica y ética del pasado del hombre. El accionar del profesor, en este sentido, está marcado por el trabajo ético. Para Freire la preparación científica del profesor o de la profesora debe coincidir con la rectitud ética (Freire, 2007). Estas opciones ético-profesionales apuntan a generar la instancia para que los estudiantes comprendan estos hechos, asociándolos al modelo de vida democrática al que la sociedad occidental en su conjunto aspira. El rol del docente es claro para  Freire ya que se definen como “…sujetos de la búsqueda, de la decisión, de la ruptura, de la opción, como sujetos históricos, transformadores, a no ser que nos asumamos como sujetos éticos”.[28] La apropiación curricular a la que apelamos está llena de opciones personales que el docente, junto a sus estudiantes debe realizar. No se reduce a un acto de apertura, de aceptación, sino de elaboración, de trabajo en conjunto, de aproximación en equipo para mirar la historia críticamente. Freire nos comenta que “el educador democrático no puede negarse el deber de reforzar, en su práctica docente, la capacidad crítica del educando, su curiosidad, su insumisión. Una de sus tareas primordiales es trabajar con los educandos el rigor metódico con que deben “aproximarse” a los objetos cognoscibles”.[29] Este es el caso, interpelar a nuestros estudiantes para poner frente a ellos elementos de juicio que deben ordenar respecto de su propia eticidad, o desde ellos, construir convicciones democráticas coherentes, históricamente refrendadas, socialmente reconocibles, culturalmente valoradas; “mujeres y hombres seres histórico-sociales, nos volvemos capaces de comparar, de intervenir, de escoger, de decidir, de romper, por todo eso, nos hicimos seres éticos. Solo porque estamos siendo. Estar siendo es, entre nosotros, la condición para ser. No es posible pensar a los seres humanos lejos, siquiera, de la ética, mucho menos fuera de ella”.[30] Los materiales que preparamos aspiran a contribuir a fortalecer la experiencia docente respecto de los valores democráticos. Sin embargo, ellos no funcionan de modo autónomo. No se trabajan a modo de guías que el estudiante debe llenar y que el docente debe corregir en su casa. Deben ser materiales de trabajo que cada docente debe orientar respecto de su práctica. En su elaboración el docente se debe guiar en torno a la búsqueda de “saber que enseñar no es transferir conocimientos, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción”.[31]  Existe una dimensión inadvertida que se contiene en los alcances temáticos de la historia contemporánea, y es la desazón, el impacto emocional, el golpe a lo que toda persona normal considera eterno, imperecedero, de “sentido común”, como es respetar la vida de los inocentes. Conocer esta parte de la historia, enseñarla, nos compromete a abordar su enseñanza con responsabilidad de que nuestro mensaje debe contener esperanza, así como alegría. Alegría de vivir, de que otros muchos pueden vivir en dignidad, y la esperanza de un mundo en que imperarán los DD HH. Para Freire “hay una relación entre la alegría necesaria para la actividad educativa y la esperanza. Las esperanza de que profesor y alumnos podemos juntos aprender, enseñar, inquietarnos, producir y juntos igualmente resistir a los obstáculos que se oponen a nuestra alegría”.[32] La eticidad del docente es una experiencia compartida de decisiones, toma de rumbos hacia la construcción compartida del conocimiento, hacia la comprensión de la realidad y de las dimensiones de la ciudadanía. En este sentido, la información planteada apunta a la generación de conocimientos como una experiencia social trascendente, que apela al sentido más profundo de nuestra realidad, tanto individual como social. Linda Darling-Hammond en su obra El derecho de aprender, concibe a la educación democrática como la enseñanza para la comprensión y para la diversidad, comentándonos que “habrá que evitar valoraciones ingenuas de barreras persistentes, y adoptar compromiso radicales, sin queremos construir la educación que es precisa para profundizar la democracia del siglo XXI en un mundo multicultural y tecnológico”.[33]
Sin ser radicales, ni mucho menos, si creemos en la honestidad para nuestros estudiantes, sin eufemismos, sin distorsiones de la realidad, sin constructos que falsean el pasado y lo desproveen de sentido histórico, y en última instancia, de verosimilitud.  Creemos que la educación democrática debe permearse de conocimiento social relevante para nuestros estudiantes; una educación que, como a la que aspiraba John Dewey, capacite a cada persona para vivir como miembro de la sociedad de modo que lo que obtenga de la convivencia se equilibre con su contribución a la misma. Esta concepción supera por mucho el trabajo en conjunto entre docente y estudiantes, que en la propuesta es muy necesaria; supone niveles de consensos respecto de lo que debemos aprender como conocimientos que forman parte de la memoria de la humanidad y no como hechos aislados de una importancia relativa. Abordar estos temas requieren que el docente conozca a sus estudiantes, comparta esta experiencia en sus múltiples niveles, desde lo disciplinar, a lo emotivo, de los trascendente o lo simple, desde los genérico a lo subjetivo. La mirada que promovemos a través de la formulación de estos materiales de intención didáctica tiene concordancia con la visión de Freire respecto de hacer posible una educación democrática para aprender el valor esencial de la democracia. Según Freire “una educación democrática supone algo más que el mero acceso al conocimiento técnico.
Demanda el acceso al conocimiento y la comprensión social conseguidos mediante la participación en una comunidad democrática. Por eso es precisamente fundamental cómo se agrupa a los estudiantes para la enseñanza y el aprendizaje y para la participación en la toma de decisiones, así como también lo son los temas sobre los que se les convoque a participar y el modo en que la misma participación se promueva”.[34] Acercarnos al conocimiento y comprensión de los requerimientos de la Educación Cívica nos convierte en una comunidad que transforma la enseñanza aprendizaje en un acto democrático; como una pequeña comunidad democrática generando conocimiento sobre la democracia. Pensamos que la definición de “clima cultural democrático” que utiliza Freire para describir a su país en los años 60, resume también un conjunto de condiciones del escenario escolar, necesarias para la sociedad democrática, pero también como elementos en que se construye la producción de “conocimiento social”,[35] en la perspectiva de Pilar Benejam, a cuyo conceptos clave puede incorporarse el de Democracia y DD HH. Sin embargo, en efecto, el profesor debe crear o modelar un discurso que permita a sus estudiantes comprender la sociedad contemporánea, incluyendo elementos fundamentales como las consecuencias de Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y Derechos Humanos en la sociedad contemporánea.
Según Benejam “el profesor potenciará el tipo de discurso más adecuado a su manera de mirar, entender e interpretar la sociedad. Por otra parte, alumnas y alumnos también reconstruirán su conocimiento a través de determinado discurso que implicará el desarrollo de ciertas habilidades cognitivo-lingüísticas, el cual favorecerá una manera de concebir el conocimiento y de ver e interpretar el mundo y la realidad”.[36] En el contexto de este debate comprometemos la generación de un dossier didáctico que permita materializar formativamente los desafíos aquí esbozados. Coincidente con etas apreciaciones, el MINEDUC ha formulado a la Formación Ciudadana como un ámbito que ocupa un espacio fundamental en la Formación Inicial Docente (FID). Se ha relevado su trascendencia en tanto su acción docente incide en la formación de actitudes y miradas de la sociedad que los docentes ayudan a construir en niños y jóvenes. Igualmente, el MINEDUC ha centrado su interés en la formación ciudadana al interior de las instituciones de educación superior.
Fuente: Segundo encuentro nacional de actores de la formación inicial docente MINEDUC, 2015.

El rol de la educación en esta materia también ha sido definido genéricamente, la proyectar que: “La educación, que como propósito deliberado promueve la realización plena de las potencialidades del hombre y la mujer, se basa en los mismos principios de la democracia y asegura su vigencia y continuidad en lo personal y en lo social. En su doble sentido, como estilo de vida y como sistema de organización, la democracia constituye una estructura dinámica y progresiva que se renueva constantemente gracias al poder de la educación. Por eso, ésta defiende los principios de universalidad, obligatoriedad, laicidad, unidad, gratuidad, socialización y trabajo y tiende a la formación de hombres y mujeres libres, de espíritu abierto, solidarios, capaces de ligarse a los deberes que impone la convivencia social y de trabajar por los más fundamentales valores humanos” (Pizarro, 2003:105).
El propio MINEDUC ha elaborado las siguientes propuestas a concretarse en los próximos años:
“Propuestas del Mineduc 2015
-          Asignatura de ‘educación ciudadana’ en 3°y/o 4°EM: ventajas de visibilidad y especialización. Facilidad de implementación.
-          Reubicación de contenidos sobre institucionalidad política en la secuencia de EB: de 6°EB a 8° (poderes del estado) y 1°EM (soberanía y representación)
-          Cinco proposiciones para mejoramiento de contenidos
Existen, igualmente 5 propuestas sobre contenidos (Mardones, Cox, Farías, García, 2014).
1. Valores: fortalecimiento presencia de valores Bien Común, Solidaridad, Equidad.
2. Mayor importancia y presencia del voto
3. Instituciones: método comparado y mayor recurso a conceptos de ciencia política
4. Potenciar interculturalidad (introducir concepto de identidades escalonadas)
5. Establecer contenidos sobre Ciudadanía Global” (MINEDUC)
En este sentido, la propuesta oficial de la Formación Ciudadana y de los Derechos Humanos se orienta a que: “Este curso se inscribe dentro de un proyecto mayor de colaboración entre la Universidad de Chile y el Ministerio de Educación, en una iniciativa gubernamental denominada Plan de Formación Ciudadana y Derechos Humanos. Este Plan se organiza en tres ejes de trabajo: currículo, participación estudiantil y fortalecimiento de las capacidades profesionales de directivos y profesores para enriquecer el trabajo escolar desde la perspectiva de la ciudadanía activa y la promoción de los derechos humanos en las nuevas generaciones. La Universidad de Chile a través de este Curso tiene como propósito contribuir de manera particular a la reconstrucción de un sistema de educación pública y a fortalecer los valores democráticos y republicanos que ésta representa. Una de las más poderosas razones para recuperar y fortalecer la educación pública, especialmente a nivel escolar, es poder afianzar aquellos valores que compartimos como sociedad. Somos una sociedad plural y diversa en sus creencias, pero también hemos elegido como proyecto común vivir en democracia y con pleno respeto a los derechos humanos. Formar ciudadanas y ciudadanos comprometidos y activos con la construcción institucional, cultural y cotidiana de la democracia, constituye una tarea de primer orden, y en ella el sistema educativo y los profesores y estudiantes tienen un rol fundamental e irremplazable. En este marco general nuestra propuesta tiene como foco principal el desarrollo de capacidades pedagógicas en los profesores y los equipos directivos, que les permita desarrollar proyectos de formación ciudadana en el marco de sus Proyectos Educativos Institucionales, de sus Planes de Mejoramiento, en diálogo con los intereses de jóvenes, niño”. (Segundo encuentro nacional de actores de la formación inicial docente MINEDUC, 2015).
La formación del sistema educacional así como del profesorado involucra ineludiblemente el abordaje de los DD.HH. en su completa dimensión comofuente de eticidad para el siglo XX. En esta perspectiva, se puede referenciar que: “La experiencia nos ha demostrado que al introducir los derechos humanos en la educación, queramos o no, asumimos una actitud crítica y cuestionadora. Se plantea la necesidad imperiosa de producir cambios, en el curriculum manifiesto de la escuela tanto como en el oculto. Las necesidades de cambio no quedan remitidas exclusivamente a los contenidos a enseñar, ni tampoco a los aspectos metodológicos o de evaluación, sino que trascienden la cultura de la escuela. Nos introducimos irremediablemente a interrogar y cuestionar la cultura de 170 la escuela, la práctica docente en las salas de clase, la naturaleza de las interacciones, el autoritarismo, tan enraizado en las escuelas. Queremos conocer los mensajes subyacentes de la escuela, los mecanismos que se utilizan para la reproducción de las desigualdades sociales y de la distribución disímil del conocimiento. (Magendzo, Abraham; 1996. Págs. 507-508)” (Citado por Siede, 1998: 169-170).
Problematización sobre conocimiento histórico y nociones de ciudadanía y democracia
La comprensión de los eventos históricos nos proporcionas múltiples  oportunidad para comprender y empatizar con los actores del pasado histórico, personas como nosotros  que vivieron la encrucijada de la transgresión de sus derechos esenciales o fueron perseguidos y estigmatizados por un poder hegemónico, o como se vio en el siglo XX, fueron perseguidos por un Estado que se inspiraba en una ideología criminal que amparaba el uso de la violencia contra todos quienes fueran considerados indeseados, innecesarios o superfluos. Por lo general, el problema de enseñar historia significa segur un llamado en torno a la búsqueda de un “conocimiento significativo” que tiene relación con un conocimiento social valedero que nuestros estudiantes puedan refrendar en sus propias experiencias (socio-constructivismo). Es importante que el profesor utilice este vínculo de modo permanente, ya que todos los contenidos referidos a la Historia y las Ciencias Sociales, más que meros contenidos, son aspectos de la vida de cada uno de nosotros, donde se ven reflejadas las encrucijadas éticas y morales que posee la Historia como relato y como disciplina (historiografía). Los problemas de la Historia son, también, problemas del presente. Los eventos, por ejemplo, del Holocausto hebreo encierran cuestiones contingentes que comprometen nuestra concepción y praxis de ciudadanía y de la cultura democrática contemporánea. La Historia Universal Contemporánea no puede ser comprendida integralmente sin comprender la confrontación de fuerzas que desataron la masacre humana que caracteriza este período. Frente al desconocimiento y la ignorancia es muy fácil llegar a banalizar estos contenidos históricos, despojándolos de su sentido humano y de su trascendencia cultural. En estos eventos, además, se jugaron valores y derechos de los que hoy gozamos. Con justicia podemos decir que en el sacrificio de millones de inocentes se funda el sentido de los Derechos Humanos. Tener conciencia de ello provee a su enseñanza del sentido de significatividad y trascendencia que es necesario inyectarle a estos contenidos. De aquí que la enseñanza de dimensiones como la ciudadanía o la cultura democrática contemporánea son elementos de primerísimo orden que son puestos en relevancia por los últimos eventos internacionales donde han proliferado la violencia y el terrorismo internacional sobre suelo Europa. Vale la pena considerar que: “En el caso concreto de las Ciencias Sociales y Formación Ciudadana se refiere al estudio, integración y delimitación de las Ciencias Sociales, ampliando en lo que se ha dado en denominar la construcción de ciudadanía. Las Ciencias Sociales se concentra en todos aquellos enfoques teóricos y metodológicos referentes al hombre como individuo societario y la conformación de sus vinculaciones con otros de su misma especie. Las formas sociales de organización que ha generado el hombre en su devenir histórico son producto del estudio específico de esta área” (Ministerio de Educación de Guatemala, 2014). Desde esta perspectiva se deben considerar componentes tales como:
-          “la interrelación que existe con los seres humanos, la clasificación y organización de agrupaciones sociales, como nómadas, pueblos, ciudades y naciones dentro de la cuales se desenvuelve día a día.
-          La construcción de una sociedad justa en el proyecto de nación, que tiene como fin comprender la construcción de una sociedad justa y equitativa por medio del análisis e interpretación de la realidad y el conocimiento de los procesos históricos que han conformado las sociedades de hoy.
-          El uso de la información para la toma de decisiones y la resolución de problemas, la cual comprende el uso e implementación de estrategias y herramientas de trabajo para accesar y obtener información social y la resolución de problemas”. (Ministerio de Educación de Guatemala, 2014).

Es el texto orientado a dar cuenta de la evaluación sobre el conocimiento de formación ciudadana entre el alumnado, sin ebargo también pretende contribuir al ejericico de la ciudadanía y la creación de ambientes democráticos dentro de las unidades educativas en participación con los docentes (MINEDUC, 2013).

El profesor de Historia y Geografía como gestor de Educación para la ciudadanía

Dentro del debate de las características de la “acción docentes” y de los “elementos de atribución” del mimso sobre el desempeño de los estudiantes, las características y definición de los contenidos y la selección de los elementos curriculares sometidos a la transposición didáctica (Chevallard, 1991), surge de forma alarmante el tema abordado desde la teoría de la reproducción y el rol del docente en dicha reproducción social en el escenario de la escuela (Bourdeau, et. al. 1981; Bourdeau, 1966; 1996; 2000). En su perspectiva, los autores exponen que: “La ceguera ante las desigualdades sociales obliga y autoriza a explicar todas las desigualdades, especialmente en materia de éxito escolar, como desigualdades naturales, desigualdades de dotes. Semejante actitud está implícita en la lógica de un sistema que, por reposar en un postulado de igualdad formal de todos los alumnos está incapacitado para reconocer otras desigualdades que las que provienen de las dotes individuales. Tanto en la enseñanza propiamente dicha cuanto en la selección de los que se muestran aptos, el profesor no reconoce más que alumnos iguales en derechos y en deberes” (Bourdieu y Passeron, 1973, 101). 

Pero no se han dejado esperar las arremetidas que redefinen el rol social del docente y redefinen los preceptos de Elliott y Giroux, en tanto plantean que: El enfoque de la enseñanza de la historia centrado en la ciudadanía democrática va acompañado de otro enfoque tan o más sugerente, el de la consciencia histórica, con el que, en mi opinión, pueden formar un todo. A estos dos enfoques hay que añadir los nuevos planteamientos del papel del patrimonio histórico en la enseñanza, planteamientos que, de alguna manera, permiten ilustrar con ejemplos el valor educativo de la ciudadanía democrática y del desarrollo de la consciencia histórica en los jóvenes” (Pagés, 2003: 13). Esto suponen nuevas definiciones en el trabajo didáctico del docente y nuevas definiciones de la didáctica de la Historia y las Ciencias Sociales. En relación a las corrientes positivistas o neopositivista de la ciencia, se  nos devela que: “…la didáctica es una disciplina que no puede ser considerada como punto de vista científico porque está íntimamente ligada a la búsqueda del logro práctico de los fines de la educación.” (Aisenberg, 1993). Como lo ha mencionado la autora, esto nos demuestra que en relación a la didáctica de las ciencias sociales en las corrientes positivistas de la ciencia, una teoría diferente, y no posee un carácter puramente científico, sino que toma rasgos de  una teoría práctica bajo el alero de la pedagogía. Se puede decir, “que la didáctica de las ciencias sociales es una disciplina que se ocupa de la formación inicial y permanente del profesorado de las ciencias sociales a fin de orientar su intervención en los procesos de enseñanza y aprendizaje en esta materia” (Aisenberg, 1993: 56). La didáctica de las Ciencias Sociales tiene como trabajo ser una guía para el docente para enfocarlos en su trabajo en el aula, adquiriendo rasgos de un saber técnico y científico que recibe aportes de múltiples disciplinas a fin de abordar la complejidad de los problemas del ser humano.El abordaje de las Ciencias Sociales tiene como fin “…la enseñanza …de… una didáctica que llegue a la resolución sistemática de una serie de problemas que, si bien son comunes a la enseñanza de todas las disciplinas, en el caso de las ciencias sociales se perciben con mayor agudeza y evidencia en razón de la problemática propia de los contenidos con los que debe trabajar”  (Benejam, 2000: 88). El trabajo didáctico del docete se define pues, como un saber práctico, que lleva al aula de forma exitosamente mediante el manejo adecuado de los contenidos a tratar en el aula a fin de alcanzar los propósitos definidios por el currículum.
Ahora bien, ¿cómo hemos abordado este problema en la Escuela de Historia y Geografía de la UBO? Ante todo, hay que mencionar que la formulación de sus programas y la selección de lecturas  es de cuño propiio y no acturon agentes intervinientes desde 1997 en que se detectó una situación muy precaria de los programas del plan; situación variopinta que se movilizaba desde la copia de programas de universidades peruanas hasta la copia íntegra de programas de asignatyuras de la formación pedagógica de historia de la PUC y de la Universidad Cardenal Silva Henríquez. Esto obligó a la dirección de la época a emprender la reelaboración de todos los programas de asignaturas junto al Director de la Carrera, Sr. Francisco Ocaranza Bosio. Ese trabajo se extensió hasta el año 2012 con la eformulación del plan y la refedefinición de los contenidos de la asignatura de Cívica y Ciudadanía. El programa define que en esta asignatura se aborda mediante el trabajo descriptivo-analítico para la comprensión,  el origen del concepto de ciudadanía y sus bases histórico-culturales. En esta perspectiva, se busca abordar el origen de la Democracia y su formulación en los XVIII-XIX y XX.  Desde esta base se tomará el concepto de diversidad humana y la formulación histórica de los derechos humanos y ciudadanos contemporáneos. La vez, proyecta realizar una evaluación se las transformaciones y tensiones de la sociedad contemporánea que han permitido la reformulación del concepto de ciudadanía y de cultura democrática. En buena medida sus definiciones son vanguardistas en torno al escaso interés en este tema hace diez años. El objetivo general del programa de la asignatura fue explicitado de la siguiente manera: De acuerdo a la Reforma Educacional chilena que se comenzó a implementar a partir del año 1990, se proyectó un cambio significativo en la enseñanza de la  educación cívica como escenario para el aprendizaje de los valores de la Democracia y de las virtudes de ejercer los derechos humanos y ciudadanos. Pero la enseñanza de la Democracia supera aquella concepción que la restringe a un mero sistema político para trascender al de una cultura que norma las relaciones entre los seres humanos y permea todo su quehacer.  Esto en atención a que en el siglo XXI, la concepción de la ciudadanía se ha transformado radicalmente, ampliándose a las múltiples dimensiones en las cuales se desenvuelven los individuos en el marco de su interrelación con la sociedad; forjando ciudadanía en los escenarios sociales, económicos y culturales[37].
EL propósito de esta asignatura apunta a entregarle las herramientas necesarias al estudiante de Pedagogía en Historia y Geografía para valorar la Democracia, el orden democrático; la institucionalidad republicana; el ejercicio de la libertad y los múltiples escenarios de dignificación del ser humano bajo el resguardo del Estado de Derecho y las Leyes. Esto con el fin de alcanzar la comprensión del valor del desarrollo de la vida ciudadana y la consecución del bien común.Sus objetivos explicitados son: conocer los fundamentos de la Democracia y el origen de la concepción de ciudadanía; analizar la democracia como sistema político y cultural en el marco de las tensiones y desafíos del mundo contemporáneo; comprender el concepto de Democracia, Ciudadanía, Estado de Derecho, Libertad, Diversidad y Derechos Humanos y valorar la participación en la sociedad desde las diversas instancias que provee la vida ciudadana. Posee tres ejes fundamentales, dar cuenta de los conceptos elementales de la asignatura desde una Introducción a modo de Marco Teórico; abordar una rayectoria histórica la idea de Ciudadanía y Democracia en el Mundo Occidental  y, finalmente, abordar los conceptos de Democracia, ciudadanía y desafíos emergentes del mundo global. Su pertinencia es evaluada en referencia a tres ejes fundamentales: el sentido formativo de la Reforma Educacional chilena (Cox, 2003; 2005; 2015), su relación con los estándares y competencias contenidos en el Marco para la Buena Enseñanza y los elementos referenciales de los Estándares de Desempeño Docente. El análisis realizado por el equipo docente posee criterios de coherencia y sincronía con la visión ministerial en relación a que las destrezas, habilidades y competencias profesionales del docente, fundadas en el  proceso de FID deben ser afines a los requerimientos del MINEDUC, orientados a hacer cumplir las disposiciones de la Ley 20.911 que crea el Plan de Formación Ciudadana  y que orinta e invita: “… a las escuelas y liceos a intencionar este diálogo. Para ello, establece que: Los establecimientos educacionales reconocidos por el Estado deberán incluir en los niveles de enseñanza parvularia, básica y media un Plan de Formación Ciudadana, que integre y complemente las definiciones curriculares nacionales en esta materia, que brinde a los estudiantes la preparación necesaria para asumir una vida responsable en una sociedad libre y dé orientación hacia el mejoramiento integral de la persona humana, como fundamento del sistema democrático, la justicia social y el progreso. Asimismo, deberá propender a la formación de ciudadanos, con valores y conocimientos para fomentar el desarrollo del país, con una visión del mundo centrada en el ser humano, como parte de un entorno natural y social. En el caso de la educación parvularia, este plan se hará de acuerdo a las características particulares de este nivel y su contexto, por ejemplo, a través del juego” (MINEDUC, 2016: 16).

El análisis que realizamos los docentes Gómez y Ocaranza tienen total pertinencia con los ejes temáticos de la enseñanza para la ciudadanía contemporánea, pero desde una perspectiva puramente semántica la nomenclatura del programa de la asignatura no abandonó la denominación “cívica”, dado la visión convencional que envuelve tanto sus contenidos como su enseñanza.  El quehacer docente, en consecuencia, debe orientarse a generar instancias cuyo fin sea: “…instar a las escuelas y liceos a formular una propuesta, representada en acciones concretas, que dé cumplimiento a los siguientes objetivos: a) Promover la comprensión y análisis del concepto de ciudadanía y los derechos y deberes asociados a ella, entendidos éstos en el marco de una república democrática, con el propósito de formar una ciudadanía activa en el ejercicio y cumplimiento de estos derechos y deberes. b) Fomentar en los estudiantes el ejercicio de una ciudadanía crítica, responsable, respetuosa, abierta y creativa. c) Promover el conocimiento, comprensión y análisis del Estado de Derecho y de la institucionalidad local, regional y nacional, y la formación de virtudes cívicas en los estudiantes. d) Promover el conocimiento, comprensión y compromiso de los estudiantes con los derechos humanos reconocidos en la Constitución Política de la República y en los tratados internacionales suscritos y ratificados por Chile, con especial énfasis en los derechos del niño. e) Fomentar en los estudiantes la valoración de la diversidad social y cultural del país. f) Fomentar la participación de los estudiantes en temas de interés público. g) Garantizar el desarrollo de una cultura democrática y ética en la escuela. h) Fomentar una cultura de la transparencia y la probidad. i) Fomentar en los estudiantes la tolerancia y el pluralismo”.[38] La Educación Democrática se define como una educación práctica por excelencia, por lo que sus definiciones operativas o procedimentales son fundamentales. Si bien la asignatura, así como el modelo de formación, sintetizan teoría y práctica, su abordaje es desde la empíria de la conducta cívica y las actitudes democráticas, clausurándose la sensura en el aula. La educación democrática encierra diversos componentes sincréticos, a saber: los contenidos declarativos o conceptuales; las actitudes y valores propios de los Planes y Programas; y en última instancia, aunque no menos importante, el conjunto de destrezas metodológicas disciplinarias aosciadas a la movilización de recursos intelectuales que, genéricamente, se referencian como habilidades cognitivas. La inteligencia ética es una cuestión de sumo compleja que, en este informe no será abordada.

Esta suma de componentes es integrada por Rodino en una redefinición del triángulo didáctico, definiendo un “…conjunto podemos considerar a estos componentes como los macro-contenidos de la ED, siempre y cuando no identifiquemos “contenidos” con mera información o datos fácticos, porque estaríamos empobreciendo esta concepción metodológica hasta el punto de negarla” (Rodino, 2003: 4).


        (Rodino, 2003: 5)

Consideramos que las orientaciones conceptuales y metodológicas que hemos seguido en materia de formación ciudadana son correctas, pero se requiere aunar visiones en torno al dossier de autores y propuestas que este documento contiene. Igualmente, recientes investigaciuones que abordan el acervo refrido al conocimiento cívico de los estudiantes de Educación Media y de FID (Béjares, 2015). Sus aproximaciones al problema llevan a la idea preliminar de que las actitudes cívicas están estrechamente ligadas al capital cultural de los estudiantes y a lo que se ha dado llamar la “composición socioeconómica de las escuelas”[39]. En consecuencia, los estudios del Centro de Políticas Comparadas de Educación UDP se encuentra abordando la incidencia de la acción docente y el rol reproductor en el ámbito del conocimiento cívico y su inflouencia en el despliegue de sus actitudes cívicas, reconociendo una serie de brechas que deben ser abordas desde las acciones de política pública por lograr equidad e igualdad. Las investigaciones referidas al desempeño académico y los fenómenos socio-culturales dentro de la sala de clases han sido abordadas por autores considerados clásicos (Zeichner 1995; 1996; 2002; 2005; 2007), que ayudan a comprender el origen de tales brechas y el fenómeno crítico de la falta de equidad educativa, cuestión que gravita en torno al desarrollo de actitudes cívicas en el estudiante. Un factor común es que la vulnerabilidad es un espacio para la violencia, donde los niños y niñas y jóvenes son los más vulnerables. Consuelo Béjares señala en esta materia que: “la evidencia que nosotros hemos visto sobre este punto no es concluyente, porque hay países que tienen buenos resultados en la prueba de educación cívica y no tienen un curso específico de la materia, sino que tienen un enfoque transversal. Por esto también hay que poner atención a otros aspectos como los contenidos del currículo y las estrategias pedagógicas, dado que en la formación de habilidades cívicas se necesitan estrategias que, por ejemplo, promuevan el debate y la tolerancia”[40].

Conceptos que tensionan el escenario de la Educación desde la perspectiva de Bourdeau y Passeron, 1973 (Elaboración propia).

Un camino para abordar la superación de estas brechas, también presente en las instituciones de educación superior, es alinear los esfuerzos formativos desde las definiciones ministeriales, en particular en lo relativo a la formación del futuro profesorado. Igualmente se advierte que existe una enorme plasticidad en este ámbito temático, lo que generará adecuaciones y ampliaciones curriculares que podrpan a prueba a los docentes y al trabajo que desarrollan los colegios. Los desafíos en materia curricular y la persistencia de las brechas en colegios y liceos sugieren que: “…es necesario reforzar el currículo de educación cívica, reforzar las prácticas de los profesores y cómo se enseñan los contenidos de educación cívica y de ciudadanía. No solo porque es un conocimiento relevante para los estudiantes, sino que también porque puede influir en su participación futura como ciudadanos y en cómo valoran la democracia. Independiente de si hay un curso o no, lo que es importante es que esos contenidos sí se enseñen en las escuelas y se les dedique un tiempo exclusivo, ya sea como asignatura o programa”,  según Béjares[41]. En este mismo sentido, Cox discrimina la existencia de currículum diferenciados y énfasis curriculares que promueven desde el autoritarismo hasta la democracia, basado en elementos persistentes como el nacionalismo y el rol predominante del Estado, así como el predominio de definiciones referidas al patriotismo, la familia y el orden (Cox, et. Al. 2015: 269). Pero la acción del docente puede hacer profundas diferencias dentro del esquema determinista en el que comprendemos a la Educación Pública chilena, ya que en perspectiva de Rodino: “En el orden de los conocimientos, hay que llegar a comprender y a hacer comprender los conceptos, la historia, las normas e instituciones de derechos humanos y democracia. En el orden de los valores, hay que formar y formarse en aquellos valores de naturaleza universal que sustentan la dignidad y derechos de las personas: el respeto a la vida, la integridad física y psicológica de las personas, la identidad y la autoestima, la libertad, la igualdad, la justicia, la solidaridad, la participación y el desarrollo humano. En el orden de las competencias para la acción, hay que desarrollar múltiples destrezas o habilidades cuyo dominio hace posible participar de manera activa y eficaz en las dinámicas de la democracia para ejercer y defender derechos (la comunicación y el diálogo, el pensamiento crítico, la argumentación, la negociación y resolución de conflictos, el trabajo grupal, entre otros” (Rodino, 2003).

Los desafíos para el profesor de FID son múltiples, entre ellos el de forjar una real convicción democrática y construir un firme compromiso con los fundamentos de la Reforma Educacional en marca. Cuenado en estas cuestiones se privilegian las visiones e intereses personales, se ponen en cuestión las verdaderas capacidades del docente de transformar su entorno. En esta materia podemos adherir a la visión de Leiva, quien plantea que: Las actividades que definen su campo de acción en relación con el currículum de formación de los docentes que se harán responsables de la educación en y para sus estudiantes, se caracterizan principalmente por intentar buscar un efecto multiplicativo en los jóvenes de las naciones en que han sido implementadas, ya que la formación de un docente poseería repercusiones sobre un gran número de estudiantes a su cargo. Sin perjuicio de lo anterior, los efectos reales que poseen los programas de formación de un docente sobre la formación de los alumnos que educa se ven perjudicados muchas veces por la real posibilidad que tiene el docente de llevar a la práctica sus aprendizajes, la cual depende en parte de su habilidad personal para reproducir un esquema pedagógico en la sala de clases, pero principalmente del rango de libertad que ofrece el currículum definido por las autoridades educacionales, los recursos didácticos con que cuente, las limitaciones que ofrezca la institución donde se desempeña, etc. Este es el caso de la experiencia desarrollada por el PIIE en Chile en educación para los derechos humanos, las experiencias de formación docente desarrolladas en Latvia y por Rathenow & Weber en sus cursos, en las cuales los profesores participantes y los estudiantes de Pedagogía reflexionan y experimentan con metodologías participativas y críticas, pero que muchas veces poseen dificultades para reproducir este aprendizaje en el contexto escolar en que se desenvuelven, lo que reduce la posibilidad de que los estudiantes protagonicen un proceso de formación en un contexto democrático.  En este tipo de iniciativas el rol de los estudiantes en el proceso de educación para la democracia queda supeditado a la capacidad del docente de reproducir, en la sala de clases junto a sus estudiantes, las metodologías aprendidas vivencialmente en el entrenamiento. Lo anterior exige por parte del profesor habilidades personales particulares que muchas veces no han sido desarrolladas en el entrenamiento mismo. Es necesario que el docente que implementa estas metodologías posea la capacidad de efectuar trabajo en equipo, de estimular procesos de aprendizaje colectivo y de facilitar procesos de aprendizaje experiencial entre sus alumnos. Sólo de este modo los estudiantes se sentirán acogidos y, compartiendo el control del proceso educativo junto a su profesor, asumirán un rol protagónico que les permitirá hacerse cargo de su proceso educativo en forma autónoma y respetuosa. Sólo de esta manera los jóvenes que participen de programas de educación destinados a fortalecer el aprendizaje de los conceptos acerca de la democracia podrán vivir personalmente una experiencia de convivencia democrática.  En el caso de las actividades que se definen en torno a los procesos de formación de los estudiantes, es posible distinguir que un primer tipo se refiere a aquellas que generan material de apoyo a la docencia, como son la experiencia de creación de material instruccional en Latvia, y la creación de materiales para el estudio de la historia en Europa. Estas iniciativas, aun cuando producen materiales que serán utilizados por los estudiantes, continúan manteniendo a los docentes como los protagonistas del proceso, ya que son ellos los que elaboran el material instruccional y lo pondrán en práctica en sus clases. Sin duda que lo anterior mantiene bajo el docente el control del proceso de formación de los estudiantes”. (Leiva, 1999).







Consideraciones finales

Esta oportunidad nos permite iniciar un acopio de información y visiones académicas sobre los problemas existentes en este campo así como los desafíos que se levantan permanentemente. Hemos iniciado un diagnóstico de nuestro trabajo en esta materia y consideramos que nuestros esfuerzos han sido prometedores, ya que se han materializado en cuadros de profesionales incertos en el mercado del trabajo. Sin embargo, no solo se debe enseñar Democracia, sino que hay que practicar Democracia en el aula y en la interacción académica. Enriquecer nuestras acciones en comunión con las prescripciones definidas para la Enseñanza para la Ciudadanía y acopiadas aquí deben llevarse al terreno de la práctica pedagógica y al terreno del Diseño de la Enseñanza y el trabajo didáctico. Las definiciones referidas a los contenidos de la cultura democrática no se refieren a solo algunas asignaturas, deben permear todo el quehacer de la vida universitaria y todas las formas de acto comunicativo en la cultura universitaria. Se han definidio una amplia gama de acciones formativas teórico-metodológicas que han de considerarse para lka enselanza de la Culrura Democrática en el proceso de FID. Los fundamentl como desafío para nuestra institución es trabajar en el incremento del capital cultural de nuestros estudiantes y contribuir a forjar la ética deontológica que el Programa de Pedagogía en Historia y Geografía ha proyectado desde el año 2005.


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Glosario para la Enseñanza de la Ciudadanía
(Consejo Europeo, Karen O’Shea, 2003)[42]

Ciudadano: En el Consejo de Europa se es cada vez más consciente de que términos como «ciudadano» y «ciudadanía» no son estables ni admiten una definición única. En el contexto de la ECD, el término ciudadano puede definirse en términos generales como «una persona que coexiste en una sociedad». Esto no significa que la idea de ciudadano en relación con el Estado Nación ya no es pertinente o aplicable, sino que, como el Estado Nación ha dejado de ser el único centro de autoridad, ha tenido que darse una definición más general del concepto. Este concepto más extenso de ciudadano y ciudadanía ofrece un posible nuevo modelo para analizar cómo vivimos juntos. Se trata, por tanto, de traspasar los límites de la noción de «Estado Nación» y de adoptar la de «comunidad», que engloba el marco local, nacional, regional e internacional en el que viven las personas. De acuerdo con esta definición, el concepto de «ciudadano» y «ciudadanía» incluye la idea de «estatus» y «papel». Abarca cuestiones relativas a los derechos y las obligaciones, pero también ideas de igualdad, diversidad y justicia social. Ya no basta con limitar la idea de «ciudadanía» al acto de votar. Debe incluir también el conjunto de acciones ejercidas por una persona que inciden en la vida de la comunidad (local, nacional, regional e internacional) y, como tal, requiere un espacio público en el que las personas pueden actuar juntas.

Lugares de ciudadanía: «Lugar de ciudadanía» es el término que designa una forma nueva o innovadora de vida democrática. Dichos lugares son proyectos locales de base que intentan dar vida a los principios de la ciudadanía democrática moderna y aplicarlos. Un lugar de ciudadanía puede incluir un conjunto de actividades similares realizadas en una zona local específica, en una serie de  zonas geográficas o, incluso, en todo un país. En estos lugares generalmente participan agentes diferentes. Están controlados por los propios participantes y en ellos se exploran distintas formas de participación, se combate la exclusión social y se intenta conseguir el cambio social. Se basan en los valores y los procesos democráticos, que se proponen promover y consolidar.

Derechos civiles y políticos: Los derechos civiles y políticos son por lo general las libertades y los derechos que tienen las personas y que el Estado se compromete a respetar. Estos derechos que, a menudo, se consideran la «primera generación» de derechos humanos, incluyen el derecho a la libertad y seguridad personales, el derecho a un juicio justo, el derecho a la presunción de inocencia, el derecho al matrimonio y el derecho a participar en la vida pública. Incluyen también la prohibición de torturar y de infligir cualquier otro trato cruel o inhumano, y la prohibición de la esclavitud y el trabajo forzado. Estos derechos están reconocidos a nivel internacional en el Pacto de Derechos Civiles y Políticos que la Asamblea de las Naciones Unidas adoptó en 1966.

Derechos culturales: El concepto de «derechos culturales» en el contexto de la ECD afecta en general a cuestiones de «identidad», que incluyen la lengua y todas sus implicaciones, la pertenencia a grupos, comunidades o pueblos, así como asuntos de patrimonio. Los «derechos culturales» son unos de los derechos humanos más problemáticos en la actualidad. Aunque en general se acepta la naturaleza multicultural de nuestras sociedades, el tratamiento político y jurídico de esta realidad, es decir, la definición de los derechos, los de las personas que pueden acceder a ellos e, incluso más, los de los grupos responsables de ellos, sigue siendo objeto de análisis.

Democracia/Democrático: La democracia es una forma de vivir juntos en comunidad. En una democracia es muy importante poder elegir entre diferentes soluciones cuando se plantean cuestiones o problemas, o tener la libertad de hacerlo. Esta nueva concepción de la democracia cambia el centro de atención. La noción tradicional de democracia como forma de gobernanza y sistema político en la que los ciudadanos tienen un papel limitado al derecho de voto se pone en tela de juicio con las ideas de participación y democracia participativa. En la ECD, el adjetivo «democrática» señala que se trata de una ciudadanía basada en los principios y valores en materia de derechos humanos, respeto de la dignidad humana, pluralismo, diversidad cultural y primacía de la ley.

Diversidad: Este concepto implica, más allá de la idea de tolerancia, un respeto y apreciación verdaderos de la diferencia. Es un rasgo inherente a la idea de pluralismo y multiculturalismo y, por tanto, un elemento fundamental de la ECD. En consecuencia, la ECD debe ofrecer posibilidades de analizar las percepciones y combatir los prejuicios y estereotipos. Tiene que tener también entre sus objetivos que la diferencia sea bien merecibida y acogida en la comunidad local, nacional, regional e internacional.

Derechos Sociales y Económicos: En general, los derechos sociales y económicos se refieren a las condiciones necesarias para el pleno desarrollo de las personas y para que estas tengan un nivel de vida adecuado. Estos derechos, que a menudo se denominan derechos humanos «de segunda generación», son mucho más difíciles de aplicar, porque se considera que dependen de los recursos disponibles. Incluyen, por ejemplo, el derecho a trabajar, a la educación, al ocio y a disponer de un nivel de vida adecuado. Estos derechos están reconocidos a nivel internacional en el Pacto de Derechos Sociales y Económicos que la Asamblea de las Naciones Unidas adoptó en 1966.

Educación para la Ciudadanía Democrática: La educación para la ciudadanía democrática (ECD) ha surgido a partir de programas más tradicionales, como los de educación cívica o instrucción cívica. A grandes rasgos, la ECD hace hincapié en la experiencia individual y la búsqueda de prácticas destinadas a promover el desarrollo de comunidades comprometidas con las relaciones verdaderas. Afecta al individuo y a sus relaciones con los demás, la creación de identidades personales y colectivas, y las condiciones de la vida en comunidad, entre otros muchos aspectos. Uno de los objetivos fundamentales de la ECD es la promoción de una cultura democrática, respetuosa de los derechos humanos, una cultura que permita a las personas desarrollar el proyecto colectivo de crear comunidades. Para ello, intenta reforzar la cohesión social, la comprensión mutua y la solidaridad. En su calidad de iniciativa educativa, la ECD se dirige a todas las personas, independientemente de su edad o papel en la sociedad. Se extiende, por tanto, mucho más allá del ámbito escolar, en el que a menudo se imparte por primera vez. La ECD es un proceso de aprendizaje permanente centrado en los siguientes objetivos:

participación,
colaboración,
cohesión social,
accesibilidad,
equidad,
responsabilidad y
solidaridad.

Por consiguiente, la ECD es un conjunto de prácticas y actividades desarrolladas con un enfoque «de abajo arriba» que tiene por objeto ayudar a los alumnos, los jóvenes y los adultos a participar activa y responsablemente en los procesos decisorios de sus comunidades. La participación es fundamental para fomentar y reforzar una cultura democrática basada en la sensibilización respecto a valores fundamentales compartidos – tales como los derechos humanos y las libertades, la igualdad a pesar de las diferencias y el Estado de Derecho– y el compromiso con ellos. La ECD se concentra en la puesta a disposición de oportunidades permanentes de adquisición, aplicación y difusión de conocimientos, valores y capacidades relacionados con los principios y procedimientos democráticos en una gran variedad de entornos de enseñanza y aprendizaje formales y no formales.

La Igualdad: La igualdad es un «concepto» según el cual todas las personas tienen los mismos derechos, independientemente de su edad, género, orientación sexual, religión o convicciones, origen racial o étnico, etc. El preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos comienza así: «Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana». El concepto de ciudadanía no puede separarse de las cuestiones de igualdad. La existencia de desigualdades en las sociedades o entre ellas dificulta el ejercicio de la ciudadanía efectiva. Por tanto, la idea de igualdad debe estar en el centro de la ECD, que, en virtud de ello, debe ocuparse de las cuestiones de equidad y habilitar a las personas para actuar contra cualquier forma de discriminación.

Derechos Humanos: Los derechos humanos se refieren tanto a las condiciones que permiten a las personas desarrollar todo su potencial y relacionarse con los demás como al establecimiento de las responsabilidades de los Estados Nación hacia las personas. Entre los documentos importantes en el ámbito de los derechos humanos, están la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Convenio Europeo de Derechos Humanos y el Convenio sobre los Derechos del Niño. Tradicionalmente, los derechos humanos se han dividido en categorías: civiles, políticos, sociales, económicos y culturales. Estas categorías están a menudo asociadas a periodos de tiempo particulares, así como a derechos políticos y civiles considerados «de primera generación», seguidos de los derechos sociales y económicos «de segunda generación» y los derechos a la cultura o al desarrollo, «de tercera generación». A pesar del valor de categorizar los derechos, la ECD tiene por objeto promover una comprensión integrada de los derechos humanos. Da la misma importancia a todas las categorías de derechos (civiles, políticos, sociales, económicos y culturales). De este modo, intenta compensar la tendencia a considerar algunos derechos más importantes que otros. Es también importante reconocer que, aunque los derechos humanos se han asociado tradicionalmente al Estado y su relación con la persona, en la ECD el lenguaje de los derechos humanos pone cada vez más de relieve los derechos de los «grupos» y los «pueblos». Los intentos por incluir estas ideas en la ECD son importantes para el desarrollo del propio concepto y de las comunidades locales, nacionales y regionales.














[1] Proyecto de Apoyo a la Docencia 2016. Dirección de Docencia. Vicerrectoría Académica. UBO.
[2] B. Rey. Les compétentes transversales en question. Collection pédagogie, ESF éditeur, Paris, 1996.
[3] Programme for International Student Assessment PISA. (Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes. OECD. 2015.
[4] Marshall, T. H., 1965, “Citizenship and Social Class”, en Marshall, T. H. (comp.), Class, Citizenship and Social Development, New York-Garden City, Doubleday (1949).
[5] Trabajos como los de Leiva (1999) y  Gómez (2005) fueron considerado como referentes en estudios como referentes para el programa “La enseñanza del Holocausto como oportunidad para la enseñanza de valores”, organizado por los Colegios Maristas de España y el Centro Sefarad Israel, en Madrid (2012). En referencias: http://www.yadvashem.org/yv/es/education/news/pdf/profesores.pdf
[6] PNUD (2004) La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Alfaguara, S.A. Argentina.
[7] PNUD (2004) La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Alfaguara, S.A. Argentina.
[8] Giovanni Sartori (1991), “Democracia”, en Revista de Ciencia Política, Vol. XIII, Nº 1 y 2, Pág. 118. Instituto de Ciencia Política-Pontificia Universidad Católica de Chile.
[9] Aquí considramos la obra de Selwyn, N. (2004) Literature Review in Citizenship, Technology and Learning. Bristol: Futurelab.
[10] Aquí consideramos la obra de Giroux, H. (1990). Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje. Barcelona: Paidós.  Sin embargo, su influencia se ha extendido hacia la formulación del concepto de “Educación Transformacional” basada en fundamentos democráticos y humanistas.
[11] Ibidem pág. 176.
[12] Aquí debemos considerar un conjunto de desempeños o competencias enunciadas genéricas en el Perfil de Egreso de la carrera, que aluden a la preparación necesaria para  enfrentar los desafíos de la sociedad de la información. Ver:  Cabero J., Códoba M., y J.M. Batanero (2007) “Las TIC para la igualdad. Nuevas tecnologías y atención a la diversidad. Sevilla. MAD; González, J.; R. Wagenaar (2003) Tuning educational structures in Europe. Informe Final. Bilbao. Universidad de Deusto. También se han considerados pos aportes de: Paquay, Léopold; Marguerite Altet; Évelyne Charlier; Philippe Perrenoud (coordinadores) (2010) La formación profesional del maestro. Estrategias y competencias. Fondo de Cultura Económica. México.


[13] Bénejan, Pilar; Juan Pages (coordinadores) (2004) Enseñar y aprender ciencias sociales, geografía e historia en la educación secundaria. Editorial Horsini. Barcelona. También considerar a Bale, J. (1999) Didáctica de la geografía en la escuela primaria. Morata. Madrid.
[14] Nuevamente referenciamos la obra de Giroux, H. (1990). Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje. Barcelona: Paidós, pág. 177.
[15] Ibidem Pág.  178.
[16] Ibidem. Pág, 177.
[17] Aquí hemos considerado a: Lipman, M. (1997). Pensamiento complejo y educación. Madrid: Ediciones La Torre. Liston, D. y Zeichner, K. (1997). Formación del profesorado y condiciones sociales de la escolarización. Segunda edición. Madrid: Morata. MINEDUC. (2005) Marco para la Buena Enseñanza. MINEDUC: Santiago. Paquay, Léopold; Marguerite Altet; Évelyne Charlier; Philippe Perrenoud (coordinadores) (2010) La formación profesional del maestro. Estrategias y competencias. Fondo de Cultura Económica. México.
[18] Schön A., Donald. (1998). El profesor Reflexivo: Cómo piensan los profesores cuando actúan, Barcelona: Paidós.
[19] Consideramos las reflexiones sobre el conocimiento de los docentes de Formación Inicial en el campo de la comunicación y la lectoescritura, la necesidad de incrementar el capital cultural de nuestros estudiantes y potencias su capacidades mediante procesos de nivelación en el inicio de la carrera. Ver: Sotomayor, Carmen; Giovani Parodi; Carmen Coloma; Romualdo Ibáñez, Paula Cavada (2011) La formación inicial de docentes de educación general básica en Chile. ¿Qué se espera que aprendan los futuros profesores del área de Lenguaje y Comunicación? Pensamiento Educativo. Revista de Investigación Educacional Latinoamericana, 48(1), 28-41.
[20] Coll, C.; E. Martin; T. Mauri; M. Miras; J. Onrubia; I. Solé; A. Zabala (1997) El constructivismo en el aula. Graó. España. Contreras, J. (1999) La autonomía del profesorado. 2da. Edición. Morata. Madrid.
[21] Elliott, J. (1990) La investigación acción en educación. Morata. Madrid. También se considera las definiciones de Schön A., Donald (1992). La formación de profesionales reflexivos. Hacia un nuevo diseño de la enseñanza y el aprendizaje en las profesiones. Barcelona: Paidós.
[22] Liston, D. y Zeichner, K. (1997). Formación del profesorado y condiciones sociales de la escolarización. Segunda edición. Madrid: Morata.
[23] Ministerio de Educación (2005) Marco para la Buena Enseñanza. Santiago.
[24] Chevallard, Ives (1991) La transposición didáctica: del saber sabio al saber enseñado. Buenos Aires, Aique.
[25] Unesco (2006) Modelos Innovadores en la Formación Inicial Docente, Una apuesta por el cambio. Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe. Santiago, Chile.

[26] http://www.mineduc.cl/2016/04/26/orientaciones-la-elaboracion-del-plan-formacion-ciudadana/
[27] Dentro de los aportes a este tema podemos mencionar los documentos del Consejo de Europa, 2000, Education for Democratic Citizenship, Teacher Training Courses 1992-1997, DECS/CIT (98) 53, Consejo de Europa, Estrasburgo; Audigier, F., 2000, Basic Concepts and Core Competencies for Education for Democratic Citizenship, DGIV/EDU/CIT (2000) 23, Consejo de Europa, Estrasburgo; Belanger, P., 2001, Education for Democratic Citizenship: Methods, Practices and Strategies, Report, Consejo de Europa, Estrasburgo; entre otros. Cabe mencionar que estos aportes provienen tanto del Consejo Europeo como de la OCDE.
[28] Freire, Paulo (1997) Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa. Siglo veintiuno editores, Argentina. Pág. 19.
[29] Freire, Paulo (1997) Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa. Siglo veintiuno editores, Argentina.. Pág. 27.
[30] Op. cit. Pág. 34.
[31] Freire, Paulo (1997) Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa. Siglo veintiuno editores, Argentina. Pág. 47.
[32] Op. cit. Pág. 70.
[33] Freire, Paulo (1997) Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa. Siglo veintiuno editores, Argentina.Pág. 42.
[34] Freire, Paulo (1978) La educación como práctica de la libertad. Buenos Aires.
[35] Benejan, Pilar (2002) “Didáctica y construcción del conocimiento social en la escuela”. Pensamiento educativo, Vol. 30. Julio. Págs. 61-74.
[36] Op. cit. Pág. 68.
[37] Programa de Cívica y Ciudadanía. Carrera de Pedagogía en Historia y Geografía. Facultad de Educación. UBO.
[38] http://www.mineduc.cl/wp-content/uploads/sites/19/2016/04/DEG-OrientacionesPFC-intervenible-AReader_FINAL.pdf
[39] http://www.cpu.cl/educacion-civica-estudio-analiza-su-importancia-en-curriculo/
[40] http://www.cpu.cl/educacion-civica-estudio-analiza-su-importancia-en-curriculo/
[41] http://www.cpu.cl/educacion-civica-estudio-analiza-su-importancia-en-curriculo/
[42] Karen O’Shea. Glosario de términos de la educación para la ciudadanía democrática. Education for Democratic Citizenship- Estrasburgo. Consejo Europeo. 2003.  www.oei.es/valores2/glosario.pdf